miércoles, 31 de marzo de 2021

¡Por favor, los políticos fuera ya de la Educación!


                       INCOMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA                           

 

El Día de la Marmota -2 de febrero-, en su versión peliculera, debería ser el día en que se celebre la incompetencia manifiesta de todos los gobiernos españoles en materia educativa desde la promulgación de la LOECE en 1980. ¡No han dado ni una! LOECE, LODE, LOPEG, LOGSE, LOCE, LOE, LOMCE y ahora LOMLOE, nada menos que OCHO leyes orgánicas han regulado el sistema educativo español en tan solo 40 años y todas han naufragado. Un asombroso récord Guinness que muestra el fracaso estrepitoso de la política educativa española (Y súmenle a este fracaso el de las 15 autonomías subsiguientes y sus respectivas leyes). Como Bill Murray repitiendo siempre el mismo día, ahí siguen, unos y otros, supuestos progresistas (del PSOE) y supuestos conservadores (del PP), instalados en la ceguera política de utilizar la Educación como un arma de confrontación partidista, incapaces de ver el hastío que provocan. ¡Qué pequeñez de miras de unos partidos políticos que han olvidado la grandeza -si alguna vez la tuvieron- como principio esencial para llegar a acuerdos y configurar un sistema educativo sólido, estable, eficaz y de calidad para -y con- la ciudadanía!

Y ahora, vuelta a empezar. La LOMLOE, deroga la LOMCE y viene a mejorar a la anterior LOE. ¡En España no hay cosa más mentirosa que el título de una ley educativa! Una fue de calidad, y otra de mejora de esa calidad, aunque la calidad la seguimos esperando. Una mejoraba a la LOGSE, y esta ley actual dice que mejora a la que mejoraba a la LOGSE. Pero las mejoras las seguimos esperando. Mientras, el caos legislativo es mayúsculo. Para saber qué está en vigor en nuestro país en materia educativa hay que analizar un sinfín de leyes, reales decretos, decretos y órdenes incompletas o modificadas parcialmente por las siguientes. Pero ya todo da igual. Ni uno solo de los viejos problemas educativos ha sido solucionado por ninguna de ellas, aunque eso sí, han añadido muchos nuevos. Así que el profesorado, desesperanzado, se limita a asistir atónito al lamentable espectáculo... y a seguir con su trabajo. Ya ni se pide un Acuerdo de Estado que remedie esta vergüenza política y social. Las intentonas realizadas han constituido tan solo otro lamentable engaño a la ciudadanía.

Ahora bien, una consecuencia positiva de la pandemia que padecemos es haber comprobado que el sistema educativo funciona solo, -aunque ya lo intuíamos. Abandonado por los políticos y por las administraciones en los primeros meses de confinamiento, el profesorado se auto-organizó para seguir cumpliendo con sus tareas desde casa, y nadie se quejó por ello, si acaso por lo contrario, por la cantidad de tareas que tenía que realizar el alumnado, ayudado, a veces, por sus familias. Después, poco más se le facilitó: gel hidroalcohólico, mascarillas, y más flexibilidad para organizar grupos o alternar tareas presenciales y no presenciales. Y el profesorado siguió realizando sus tareas aún exponiéndose al riesgo del desconocido virus. Conclusión: el sistema educativo funciona -igual o mejor- sin políticos, así que, definitivamente, tenemos -no solo las ganas- sino hasta la prueba, de que habría que sacarlos cuanto antes de la Educación y nadie los echaría de menos. De nada sirven el ministerio ni las consejerías; ni las delegaciones, ni los inspectores, ni los asesores. Solo dan problemas, nunca soluciones. Si se les diera la oportunidad -basta con una buena financiación-, los centros y sus correspondientes comunidades educativas podrían autorregularse y funcionar, al menos tan bien, como lo hacen ahora, como lo están haciendo durante esta cruel pandemia. Eso sí que sería autonomía pedagógica y organizativa, además de impedir que los gobiernos pudieran seguir manipulando a su antojo la Educación en este país. Que seguirían existiendo muchas cosas que mejorar, sin duda, pero, como poco, evitaríamos el bochornoso espectáculo que nos brindan nuestros políticos, ministros, consejeros y delegados, además de ahorrarnos lo que nos gastamos en su inútil existencia. Pasemos de ellos, por favor. ¡Estamos jartitos!

En una entrada próxima abundaremos en las mejoras pendientes desde hace décadas para que no crean que somos unos pesimistas sin alternativas, sino optimistas con datos; ahora bien, si quieren saber que los pesimistas han sido más importantes para la Historia de la Humanidad que los optimistas vean al genial Quique San Francisco en uno de sus mejores monólogos:


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