martes, 27 de julio de 2021

Pensar por uno mismo: educar para la autonomía moral e intelectual


El tonto colectivo se refugia bajo el término ideología (...) La ideología les facilita un código a todos aquellos que son incapaces de construirse el suyo propio. (J.C. Ruiz. Filosofía ante el desánimo. Pág. 174. Ed. Destino. 2021)


                     INCOMPETENCIA DE APRENDER A APRENDER                    

Terminamos este mes -dedicado a cuestiones filosóficas relacionadas con la educación- con esta entrada dedicada al que debería ser el objetivo esencial de todo proceso educativo: la autonomía moral e intelectual del que aprende. Para muchos, desde principios del s. XX -e incluso antes-, resulta una obviedad que educar consiste en enseñar a pensar y actuar por sí mismo, pero la realidad educativa dista mucho de ser así. Si pasamos de los ampulosos preámbulos de las leyes educativas, más falsos que los billetes del Monopoly, el objetivo oculto -pero efectivo- de sistemas educativos como el nuestro no es otro que el de "domesticar" el pensamiento y la conducta de los alumnos en una única dirección. Otros lo llaman "socializar". En realidad, la escuela de hoy está bien lejos de promover eso que llamamos la capacidad de pensar y actuar por uno mismo, de aprender a aprender. El sistema no desea personas que piensen sino que obedezcan y sean fácilmente manipulables.

Así como la arquitectura industrial de los centros educativos está pensada para la producción en serie de un producto previamente homologado, la estructura comunicativa unidireccional de las aulas está pensada para promover la obediencia al modelo oficial y la reproducción -también en serie- de un modo cerrado -academicista, cuadriculado- de conocer el mundo. Muchos docentes no son plenamente conscientes del mismo, ya que al sistema le basta con que sean los instrumentos necesarios para llevarlo a cabo, sin ir más allá. Ya saben, el docente es el único ser vivo que nunca ha abandonado la escuela y, por tanto, no puede darse cuenta del agua en la que ha vivido siempre. Porque un pez sólo se da cuenta del agua cuando lo sacamos fuera de ella. 

Estos seres vivos, estos peces docentes, son una especie curiosa de adaptación a un tipo muy singular de ecosociosistema: la institución escolar. Podríamos hablar, con cierto humor, de que los docentes son, por ello, personas que presentan una clara anomalía social y personal: probablemente la dificultad de comportarse como adultos al vivir siempre rodeados de jóvenes, o la de asumir su edad con los años, o la de tener una visión simplificada -adolescente- de las relaciones sociales, o la de mantener aún ensoñaciones juveniles, puede ser. Pero lo que nos interesa con respecto a esta entrada, esto es, su capacidad profesional de enseñar a pensar por uno mismo, de enseñar a otros a actuar éticamente según un criterio propio, les será difícil de alcanzar. Y no hablamos, otra vez, de la falta de una apropiada formación para poder hacerlo, que también, sino por el hecho de que los "peces" no pueden enseñar a volar.  

El currículo oficial no es sólo un papel, una ley escrita, un rollo macabeo que hay que cumplir. Es un modo de entender el mundo, un modo de entender la educación y un modo de situar a la persona en ese mundo y cómo pensar y actuar en él. No es baladí, por tanto, que los enseñantes tengan dificultades para enseñar a pensar a las nuevas generaciones ya que les cuesta ver más allá de la escuela que han conocido desde niños y que nunca han abandonado. Necesitarían salir de ella -cognitiva y emocionalmente-, pensarla desde fuera, para, primero, reconocer que son "peces" y, segundo, para comprender que los niños y niñas que les tocan cada año no tienen por qué serlo. De hecho no lo son cuando entran, no son peces ni probablemente quieran serlo. Y muchos no querrán nadar sino volar, correr, pasear, respirar. 

Esta en nuestra forma, quizás algo cursi, de entender que la autonomía intelectual y moral de nuestros jóvenes requiere un currículo que no sea sólo para "peces" sino para todos los seres vivos; requiere unos docentes con diferentes visiones y que provengan de un mundo plural y rico, unos centros educativos que no sean cárceles ni fábricas sino espacios abiertos multitarea y una organización que no sea militar ni empresarial, sino humana, creativa, curiosa y flexible. 

No necesitamos ideologías -entendidas como mitologías estáticas (J.C.Ruiz)- que nos separen y enfrenten al presentar una visión cerrada y reduccionista de la complejidad de la vida. Franz Kafka decía: "un idiota es un idiota, dos idiotas son dos idiotas, diez mil idiotas son un partido político". Por el contrario, necesitamos una generación de personas, sólo una, con la capacidad de pensar y actuar éticamente de manera autónoma. Este es el enorme reto que tenemos por delante los educadores, la ciudadanía toda, en este s. XXI que recién hemos iniciado. El enorme reto, la revolución en realidad, de que docentes "formados" y "criados" en un sistema educativo obsoleto sean capaces de alumbrar una nueva era educativa. Necesitamos un milagro.

En esta línea, finalizamos de nuevo con el filósofo J.C. Ruiz presentando una entrevista que versa sobre la toma de decisiones, las redes sociales y la educación del pensamiento crítico. No tiene desperdicio. Feliz verano.


                      

viernes, 23 de julio de 2021

La era de la vanidad

"Estamos ante la invasión de los imbéciles".   Umberto Eco. De la estupidez a la locura. Ed. Lumen. 2016


                    INCOMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA                   

El siglo XXI, con la extensión de internet, las redes sociales y los teléfonos inteligentes, puede ser calificado, hasta el momento, como la Era de la Vanidad. El idiota hipermoderno (en J.C. Ruiz) siente un orgullo desmedido por su persona y sus "méritos", así como un afán excesivo de ser admirado por ellos, aunque esos "méritos" no sean otros que su propia y "desnuda" imagen. De este modo, la vanidad suele remitir a la arrogancia y a lo insustancial, a lo hueco y lo vacío. Veamos. Esta Era de la Vanidad del s. XXI puede ser representada por uno de los instrumentos más idiotas y populares que se conocen: el selfi. Las redes sociales están llenas de estas autofotos que, como nueva pandemia, afecta no sólo a los álbumes digitales -que se confeccionan como una insoportable e interminable sucesión de selfis- sino a las cabezas huecas -vanas- de sus usuarios.

Y no nos referimos tan sólo a aquellos selfis letales que han provocado la muerte de sus protagonistas en un ejercicio de vanidad posturera y postrera -algo parecido a lo que le ocurrió a Narciso, que se ahogó en un lago enamorado de su propio reflejo- sino al selfi como paradigma de una nueva era de insustancialidad y alejamiento de la realidad. Es cierto que esta moda tonta e inane afecta más a los jóvenes, pero son muchos los "adultos" cronológicos que se han abandonado a ella como fervorosos fieles. 

De este modo, por ejemplo, los viajes se valoran en la medida que el viajero se hace fotos delante o al lado de monumentos, paisajes, museos, obras de arte, restaurantes, etc., y no tanto por el goce de la experiencia directa al participar de estos eventos. Es algo así como considerar que el valor de la obra de arte reside en quien está a su lado, y no en sí misma. De hecho, estamos hartos de ver en los museos que el personal se arremolina y espera paciente a que le llegue el turno, pero no para admirar con detalle un cuadro famoso, sino para hacerse el correspondiente selfi. Así, para el vanidoso moderno, el valor de la obra parece contribuir, como por arte de selfi, a agrandar su "autoestima". Una vez hecha la foto, contento de la misión cumplida, salta a la siguiente obra sin interesarse, ni entender, ni disfrutar con lo que tiene delante de sus narices, ni falta que le hace. Porque, realmente, el vanidoso no quiere ver sino verse, para que, después, los demás -los ausentes- lo vean y, a continuación, lo valoren y admiren por su "intrepidez" y "sabia presencia": sí, exacto, un idiota contemporáneo.

Del mismo modo, las poses "seductoras" y/o ligeras de ropa son hoy moneda de cambio en las redes sociales para "vender" una máscara, un avatar, un extraño yo que resulta tan falso y patético como vacuo. Podríamos entender que esta tendencia fuera concebida como una forma más de esa etapa adolescente que adora los espejos, pero el fenómeno va algo más allá, no sólo por la edad en que se presenta -vemos a muchas señoras y señores ya talluditos haciendo las mismas tonterías adolescentes- sino también por cuanto se refiere al significado de un empoderamiento o entronización irreal y fantasiosa de la propia imagen que, a la larga, puede afectar negativamente a la identidad y a la autoestima del sujeto "ensimismado" y fuera de la realidad.

A la postre, esta Era de la Vanidad  conducirá inevitablemente al cansancio y al hastío y al aburrimiento, cuando no al trastorno mental y/o social. Porque la realidad suele ser tozuda y como decía la canción de Serrat, no es amarga la verdad, lo que no tiene es remedio. No se puede huir permanentemente de ella, y cuando cae sobre nosotros no hay selfi ni vida on line que llene ningún vacío, ninguna soledad. De hecho ¿cuántos selfis se vuelven a ver una vez hechos y publicados? Por tanto, la responsabilidad que tenemos como educadores ante los jóvenes pasa por desvelar en la escuela las trampas de esta estúpida Era de la Vanidad en la que estamos instalados desde hace años y, en consecuencia, ayudarles a construir un proyecto vital anclado en sus características personales, deseos y posibilidades reales sin hurtarles las dificultades y desvaríos que presenta el tiempo que les ha tocado vivir y el futuro al que se han de enfrentar.

Si quieren abundar en el tema, la neurótica dualidad que nos presenta hoy la vida on line y la vida off line, así como las consecuencias que ha tenido la pandemia en nuestra vida personal y social, vean esta entrevista al escritor y politólogo argentino Agustín Laje sobre la denominada "Generación de los Idiotas" en la que estamos instalados.


                      

lunes, 19 de julio de 2021

Atrapados en la red de avatares


¿Qué clase de perversión es esa que produce un yo extraño a sí mismo (avatar) y le incita a conectarse a otros yoes extraños a ellos mismos?

J.C. Ruiz. Filosofía ante el desánimo. Pág. 92. Ed. Destino. 2021

 

                    INCOMPETENCIA DIGITAL                   

Las "redes" sociales no solo son redes porque establecen una malla virtual y global de comunicaciones sino, también, y eso pasa más desapercibido, porque atrapan a sus usuarios en una representación de "actuaciones" impostadas, falsas, que demandan tiránicamente una atención permanente. Ese es el negocio. Procuran una relación que se encuentra muy lejos de lo que constituye una verdadera relación de amistad o fraternidad universal porque se asienta sobre una gran mentira. Como siempre se dice, nadie es tan feo como aparece en la foto de su DNI, ni tan guapo como en la de Facebook o Tinder. Pero en la asunción de esta red de avatares (falsos yoes) está el negocio de las multinacionales que proveen estos servicios "gratuitos".

Las redes promueven una hipercomunicación sobreactuada que no se compadece con la realidad. Todo es un masivo trampantojo que aceptamos a sabiendas de su parcialidad o falsedad. Nadie es tan feliz como se "cuenta" a sí mismo en Instagram o Whatssapp o Facebook, ni tan deprimente como se muestra ante su pareja o su amigo de toda la vida. Este juego de avatares estúpidos, de caritas felices, sería enternecedor si no fuera por que, a su vez, la identidad y la autoestima de las personas comienzan a depender no del conocimiento de uno mismo y de sus relaciones estrechas sino del número de "likes" y seguidores -la mayoría desconocidos-, también sobreactuados, que esperamos obtener. Buscamos, así, reforzadores para un falso yo y para la construcción de una precaria autoestima que sólo existe en la red. En una inmensa red de malentendidos y plagada de desinformación.

Como al cerrar las redes nos volvemos a quedar solos ante nosotros mismos, tristes o felices, apenados o eufóricos, aburridos o entretenidos, pero irremediablemente solos, el impulso es escapar de la "fea" realidad y "vivir" en ellas el mayor tiempo posible hasta llegar a la neura de convertir lo virtual en real. Pero como todo placebo o droga, lo que sentimos cuando cerramos el portatil o el móvil, cuando nuestro cuarto, nuestra casa, nuestras paredes se nos vienen encima y la realidad nos aplasta definitivamente sin disponer de instrumentos para enfrentarla o transitar por ella, es una inmensa tristeza, una sensación de ausencia infinita, de abandono vital, para algunos de desesperación.

Esta ansiosa búsqueda de la "felicidad" virtual que proporcionan las "redes sociales" se convierte así -para muchos usuarios, sobre todo jóvenes- en el motor de una drogodependencia más, como la que nos brinda el alcohol o los psicofármacos, derivando, en muchos casos y de manera callada, en enfermedad mental e incapacidad social de por vida

¿Qué debe hacer la Educación de nuestros jóvenes ante este problema? Por ahora, lo único que se ha hecho es coadyuvar torpemente a la proliferación del problema en vez de afrontarlo. Los ministros y consejeros del ramo inundan de "cacharrería" informática los centros y las cabezas de los estudiantes, y firman convenios con empresas como Google o Microsoft, pero, hasta ahora, nadie se ha preocupado de cómo se deben formar estas cabezas ante el abuso de las empresas que gestionan esta enorme Red Social Gran Hermano cuyo último fin es esclavizar su atención, invadir su intimidad y falsear su identidad y autoestima. ¿Cuál es el papel de la Escuela ante esto? ¿Servir como correa de transmisión del imponderable dominio mundial de las tecnológicas o enfrentarlas? Sí, quizás deberíamos volver a releer el Quijote y contemplar con ternura su lucha contra los molinos que él y sólo él veía como gigantes. ¿No estaremos nosotros también ante gigantes que nos parecen molinos?

Ya sabemos que sólo es un ejercicio de melancolía pero, ¿no debe la Escuela entenderse como el aprendizaje de instrumentos de pensamiento que enfrenten la realidad para entenderla y mejorarla en el futuro?, ¿para contrarrestar los abusos y la alienación de los jóvenes y adultos que hoy promueven eso que llamamos redes sociales? ¿No está la Escuela para romper las redes de la ignorancia, de la mentira y de la inconsciencia para construir una realidad -de verdad, no virtual- mejor para todos? Este sí que sería un debate necesario ante una reforma educativa siempre pendiente en nuestro país. Mientras, aquí discutimos si son "galgos o podencos", pero al final, como conejos que somos, acabarán por llegar y nos comerán.

Y eso que hasta ahora no hemos dicho nada del ataque a nuestra intimidad que realizan estas redes -y estas empresas- y que nosotros, sorprendentemente facilitamos al "venderles" gratis nuestra propia vida, nuestros viajes, pensamientos y sentimientos, en la estupidez de pensar que somos los "clientes" cuando realmente somos los "productos" que se venden y compran. Pero para eso, les dejamos con esta miniconferencia de la periodista Marta Peirano, no se la pierdan. ¿No creen que nuestros jóvenes deberían ser conscientes de este problema y saber cómo enfrentarlo?


               

domingo, 18 de julio de 2021

¡Adiós, Sra. Celaá!


                        INCOMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA                       

En estos tiempos de política mediocre y evanescente, el paso de los ministros de Educación es efímero, un ejercicio de futilidad. La última, la prescindible Sra. Celaá, ha durado poco, eso sí, lo suficiente para ponerle su nombre a un nuevo engendro legislativo de poco interés y aún menor recorrido. Nadie la recodará, ni a ella, ni a su estúpida ley educativa. Una ley que no aporta nada y que nos podía haber ahorrado a los sufridos contribuyentes que le hemos pagado, encima, su "paseo" por Madrid. Al menos se lo podía haber pagado ella con la pasta que tiene. Pero no, para congraciarse con el cupo vasco de su gobierno, el Sr. Sánchez la ha invitado por cuenta nuestra a malgastar, otra vez, los esfuerzos para mejorar la Educación de este país. Bien poco que le importa. Le ha hecho el trabajo sucio y la manda para casa, que está la pobre ya muy mayor. Ni siquiera le ha dado tiempo para poner la ley en marcha. Para qué, al fin y al cabo es una, otra, ley muerta desde el nacimiento. Hasta el Sr. Sánchez lo sabe.

La ley Celaá es, cómo no, la enésima ley sectaria y pobre que padece este país. No resuelve ni uno solo de los problemas que tiene el sistema educativo español -currículo, profesorado, financiación, organización de los centros, oposiciones, formación profesional, etc.- y crea otros tantos conflictos -educación concertada, educación especial, enseñanza de las lenguas, etc.- Un "éxito" de la lumbrera exministra. Durante la pandemia, siguiendo el modelo de su jefe, optó por "quitarse de en medio" y dejar que las CCAA lidiaran con el problemón: cogobernanza le llaman. Un timo. Otro.

La viene a sustituir otra "señora de partido", la tal Pilar Alegría, maestra de titulación pero "fontanera" del PSOE de "profesión" desde 2008. Sin experiencia docente ni trayectoria de prestigio en el ámbito educativo. No pinta nada bien. Es la apuesta del Sr. Sánchez para tomar el control de la Comunidad aragonesa frente al Sr. Lambán. De nuevo el ministerio de Educación se utilizará de manera indigna como trampolín para las intrigas electoralistas del presidente. Una vergüenza. Otro golpe a la esperanza de que algo pueda mejorar. Parece que seguiremos cuesta abajo y la Educación española lleva muchas décadas yéndose por el desagüe de estos desaprensivos que juegan con "las cosas de comer".

Parece que en nuestro país la elección de los ministros y ministras de Educación -y no digamos de los consejeros del "ramo" de las CCAA- se rigen por el mismo procedimiento que los geniales Les Luthiers realizan en La Comisión, un número cómico en el que tratan de seleccionar al compositor musical que debe mejorar el nuevo himno del país. Aunque, en realidad, la elección de la nueva ministra haya podido ser incluso peor. Peor, incluso, como cuando se "compone" el texto de una nueva ley educativa. Imagínenselo. 

Vamos derechito, derechito, al 2050 con estos impresentables. No se alarmen y ríanse un poco. Porque, si la Sra. Alegría saca una nueva ley, tendremos la Ley Alegría, y eso ya sería el despiporre. ¡Muerte a la Ley Celaá, viva la Ley Alegría! ¡Vayamos a por la novena ley educativa basura sin que cunda el desaliento! Porque, desde luego, lo que necesita la Educación de este país ¡ES UNA BUENA NOVENA! Y que la Virgen del Carmen nos coja confesados.

 

              

viernes, 9 de julio de 2021

Educar bien es caro, pero educar mal sale carísimo


                         INCOMPETENCIA DE RAZONAMIENTO MATEMÁTICO                     

 

Hemos empezado la entrada con una versión personal de la célebre frase del que fuera rector de la Universidad de Harvard, el Sr. Derek Bok, para defender una mejora de la financiación educativa: "si la educación le parece cara, pruebe con la ignorancia". El dicho popular de "lo barato siempre sale caro" iría en la misma línea, así como aquel de "lo que no resuelve la escuela, habrá que pagarlo después mucho más caro a nivel económico, sanitario y social". Una frase -la del Sr. Bok- que debería estar grabada en las puertas del Ministerio de Educación y de la Consejería de Educación andaluza para que los políticos que pasen a diario por debajo de ellas se la aprendan de memoria.

Cuando decimos "caro" no hablamos solo de dinero, de economía. En castellano el término caro nos remite también a algo amado o querido o dificultoso. En cuanto al dinero, España es uno de los países de la Unión Europea que menos invierte en educación. Hasta 2019, antes de la pandemia, apenas superaba el 4% del PIB, muy por debajo de países como Reino Unido, Finlandia o Suecia que invierten bastante más del 6% de sus PIB. Una baja financiación educativa que, en España, es aún más aguda en el tramo de la Educación Secundaria y de la FP. En cuanto a Andalucía, es una de las CCAA que menos invierte en educación, casi la mitad que País Vasco o Navarra, habiéndose producido -en estos cuarenta años de democracia- una preocupante divergencia entre CCAA ricas y pobres en un servicio esencial, como es el de la educación, -o la sanidad o la justicia-, que debería garantizarse por igual en todo el país. El problema se agrava porque no solo padecemos un problema de escasa inversión educativa sino, también, de una pésima gestión de los fondos que destinamos a la educación. La loca macedonia de ocurrencias, estupideces, vaivenes políticos y legislativos que sufrimos desde hace décadas ha dilapidado millones de euros tirados a la basura electoral, partidista o clientelar.

En cuanto al significado de "querido" o "amado", es evidente que no solo los políticos, también la ciudadanía española sigue sin apreciar mucho la importancia que la educación tiene para el futuro y el progreso de un país como el nuestro. Alejados ya los tiempos oscuros de la dictadura, no parece que estos cuarenta años de "esplendor" democrático hayan calado en una mayor concienciación de lo que nos jugamos todos con la educación de las nuevas generaciones. Somos de la triste opinión de que tenemos los políticos que nos merecemos y la educación que nos merecemos, porque la ciudadanía, en su conjunto, sigue ajena a su responsabilidad de exigir y asumir una mejor educación. Bien es verdad que los liderazgos políticos están también precisamente para concienciar, movilizar, aunar y canalizar las aspiraciones de los ciudadanos, pero parece claro que la selección de los políticos en España se rige por la denominada "selección negativa", esto es, la elección de los peores o los más mediocres para dirigir el país, los partidos políticos y las instituciones. Una maldición que se remonta más allá de los Reyes Católicos -con escasas excepciones- y que en la actualidad presenta un panorama desolador desde el extremo derecho al extremo izquierdo, pasando por los centros.

Lo que está ocurriendo en estos días con la actitud de muchos jóvenes -y adultos infantilizados- ante la pandemia, incapaces de controlarse si no les reprime o castiga el papá Estado, de asumir su responsabilidad como ciudadanos libres, de mirar más allá de sus propios apetitos primarios -beber, follar y divertirse estúpidamente- se puede leer como producto de todo lo anterior: una educación fallida y despreciada

Finalmente, educar bien también es caro, en su acepción de gravoso, por ser algo difícil de conseguir y mantener en el tiempo. Cuando la escuela, la educación, no cumple con dignidad su papel regenerador y ético, cuando educar se confunde con entretenimiento inútil y custodia, cuando en vez de garantizar el conocimiento y la crítica la escuela procura la autoindulgencia y la ignorancia, los resultados los pagamos bien caros. En estos días, por ejemplo, la factura incluye muertos, enfermos, parados, desesperados y ruina económica, laboral y moral. Una factura social no solo provocada por el virus, sino por la irresponsabilidad, la ignorancia y la prepotencia de muchos, políticos y ciudadanos, y cuyo importe en gastos sanitarios, policiales, judiciales y laborales, será sin duda mucho más abultado que lo que nos hubiera costado tener un buen sistema educativo desde los años 80. 

Sra. Celaá, Sr. Imbroda, ciudadanía toda, si la educación les parece cara, prueben con la estupidez. ¡Miren lo que nos va a costar ahora el tiempo perdido en ocurrencias, disputas electoralistas, cagadas legislativas y políticos mediocres! Un dineral que, -oh, justicia poética-, pagarán durante varias décadas nuestros jóvenes, sí, muchos de esos que están ahora bebiendo, follando y celebrando su propia estulticia como si no hubiera un mañana. Unos linces. Educados por nosotros.

Y hablando de jóvenes y adultos infantilizados vean el siguiente vídeo. A lo mejor el sistema educativo y las familias tienen algo que ver con todo esto. No sabemos. Quizás.

 

                

lunes, 5 de julio de 2021

Propaganda política: no hay manera de erradicarla


                        INCOMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA                    

Ahora que se acerca el adelanto electoral en Andalucía (si lo niegan es que está cerca: la mentira como acción política) los servicios de propaganda de los políticos andaluces trabajan a revientacalderas. La propaganda política, como patraña organizada y pagada por el poder de turno, afecta también -y de qué manera- al actual gobierno andaluz. Si hace unos días una delegada provincial de fomento inauguraba la puesta en marcha DE UN SEMÁFORO, el Sr. Imbroda no iba a ser menos y se echa todas las flores de su discutible éxito: es evidente que no debe tener abuela. Él se lo guisa y él se lo come. Se da besitos todas las mañanas, incluso se da besitos en el Parlamento andaluz al calificar de "éxito rotundo" el -dramático- curso 2020-21. Vamos, en la misma línea de la Sra. Ministra de Sanidad, la Sra. Darias, hablando de la "sonrisa" de los 130.000 muertos -Dr. César Carballo, dixit- por conceder -otro acto de infame propaganda que vamos a pagar caro- que nos quitemos el "tapabocas". ¡Tapabocas se merecen estos impresentables hasta decir basta!

¿No tiene otra cosa que vender el consejero de educación? Pues debe ser que no. Los endémicos problemas educativos andaluces siguen ahí, como el Dinosaurio de Monterroso, y cuando el Sr. Imbroda se despierte -lo que cada vez es más improbable- seguirán estando ahí. Pero eso no parece ir con el Sr. Imbroda, vive en una realidad paralela al resto de los mortales. Menos humos Sr. Imbroda, "los cojones en Despeñaperros" como decía Rafael el Gallo. Saque Vd. pecho cuando acabe con las "aulas prefabricadas", cuando mejore las plantillas de los centros, cuando defienda a su profesorado de las agresiones, cuando aumente los recursos de que disponen los centros, cuando acometa una revisión profunda de las construcciones escolares y de sus condiciones de habilitabilidad -en invierno y en verano-, cuando apueste de verdad por la atención a la diversidad, cuando promueva un cambio curricular para el s. XXI, etc. etc.

¡Ay, la propaganda! ¡La maldición que no acaba! Verá, Sr. Imbroda, "su éxito rotundo" esconde la insalvable brecha digital de miles de estudiantes andaluces, la exposición arriesgada al virus que ha asumido el profesorado andaluz sin apenas medios de protección, las horas que ha echado en sus casas para atender al alumnado y a sus familias sin apoyo de su consejería, la estupidez de un currículo inflado imposible de impartir con honestidad, la deficiencia de los aprendizajes realizados durante estos dos últimos cursos, el coladero de una "evaluación" inexistente, la deficiente construcción y organización de muchos centros educativos... ¿De qué éxito habla Sr. Imbroda? Como mucho se han salvado los muebles, pero gracias, sobre todo, al voluntarismo del profesorado y al esfuerzo de muchas familias, no gracias a Vd. Y, además, olvida que la ruina es inmensa y sus secuelas -psicológicas, educativas, económicas, sociales- afectarán a docentes, estudiantes y familias durante muchos años. ¿De qué éxito habla Sr. Imbroda?

¿Quiere propaganda Sr. Imbroda? Pues nosotros estamos ya "jartos" de ella, de la de Vd. y de la de sus compañeros políticos, de sus antecesores cortijeros y de los "progres" venideros. ¿No venían ustedes a cambiar la política española? Sr. Imbroda, la ciudadanía andaluza se merece una información veraz y una acción política honesta. Sobran mentiras y propaganda, faltan ideas claras y coraje para llevarlas a cabo. ¿Se darán cuenta alguna vez? ¿Dignificarán algún día el ejercicio político? ¿Tratarán a las personas como si fueran adultas e informadas, para variar?

Vean este vídeo y lo aclararán rápidamente.