lunes, 19 de diciembre de 2022

Ahora, ¡a evaluar con la LOMLOE!

 

               INCOMPETENCIA DE RAZONAMIENTO MATEMÁTICO              

Estamos en plena semana de sesiones de evaluación. El profesorado, ya muy cansado al final del trimestre, encara con resignación lo que serán las agotadoras reuniones de equipos docentes para evaluar y calificar al alumnado. En la mayoría de los centros serán presenciales de nuevo. Se acabó vestir el pijama por debajo de la mesa ante la pantalla del ordenador, o el vaso de kubata al lado para hacerlas más llevaderas. Ni siquiera nos van a dejar esa maravillosa "secuela" de la pandemia que ha supuesto la tele-evaluación o los tele-claustros, y así no tener que desplazarse al centro escolar, ni estar con los colegas evitando discutir o mandar a la m*erda a más de uno o una. Total, para lo que sirven. En fin, ni siquiera nos quedará París. Volvemos a la vieja normalidad de las sesiones maratonianas y cansinas. Cada uno contando una batallita, un cotilleo de tal o cual alumno, una maldad del equipo directivo para, cuando me toque, revisar y cantar las notas. ¡Qué poco edificantes son la mayoría de estas sesiones supuestamente convocadas para compartir una valoración ajustada de los aprendizajes del alumnado! ¡Di cuáles son tus notas y vámonos que nos vamos!

Y si éramos pocos, parió la abuela, como diría el castizo. Viene la LOMLOE y, en vez de resolver algunos de los problemas existentes, nos enfanga a todos con la imposición de un sistema demencial de evaluación cuyo único objetivo es aumentar como sea los porcentajes de aprobados. Si ya era complejo -y prácticamente ilusorio- evaluar por competencias -cuando nadie trabaja un currículo por competencias-, ahora se nos suman otros parámetros que sólo los feligreses y los conversos consideran muy atinados pero que la mayoría de los docentes ni entienden ni quieren entender. Llueve sobre mojado. Son muchas leyes en pocos años las que han tratado de modificar la forma de evaluar y calificar al alumnado, ninguna con éxito porque el currículo sigue siendo prácticamente el mismo -salvo retoques decorativos de cara a la parroquia- y en la cabeza de cada docente sigue funcionando la clásica evaluación de conocimientos, mucho más clara y compartida por la comunidad educativa que cualquiera otra inventada desde arriba por los "expertos".

Ahí los quisiéramos ver, a los expertos nos referimos, enfrascados durante más de tres meses con varios grupos de alumnos, lidiando con ellos y con sus familias a diario, para después evaluarlos y calificarlos de acuerdo a un sistema dibujado por un iluminado en la mesa de un despacho universitario o del ministerio. Es como para partirse de risa. O como resolver un problema complejo con el cerebro de un pistacho. Imposible. Así que los docentes harán lo que ya saben, se aprenderán el nuevo vocabulario impuesto por la LOMLOE y adaptarán su forma de evaluar a la nueva nomenclatura. Y ¡santas pascuas! ¡no me líes, no me líes que ya están aquí las vacaciones! Y, aunque parezca mentira, es la posición más lúcida que se puede tener ante la idiotez. Porque no se puede discutir con un estúpido, hay que evitarlo. A los idiotas no se les convence porque no siguen ningún razonamiento lógico, sólo consignas y argumentarios. Son de pensamiento simple, voceros de cada párroco por turnos. Ellos creen que están salvados por obedecer, por tener una fe ciega. Ignoran que sólo son carne de cañón. Así que dejémosles tranquilos en su particular "nirvana" sea cual sea la "gloria" que les prometen. Y nosotros a lo nuestro. A aplicar el sentido común y tratar de que no nos roben nuestra responsabilidad a la hora de valorar los aprendizajes de nuestros alumnos. Es lo único que aún nos queda, nuestra dignidad profesional. Sin ella, sin ese amor propio, estará todo perdido.

Aquí les dejamos una sonrisa para acabar el año 2022. Una comparativa humorística de la evaluación hasta nuestros días. Que lo disfruten, que tengan unas felices fiestas y un feliz año nuevo. ¡Ay, dios, llévame pronto!


sábado, 17 de diciembre de 2022

¿Quién decía que saldríamos mejor tras la pandemia?

 

                INCOMPETENCIA DE APRENDER A APRENDER                

170.000 muertos aún no contabilizados bien del todo, ruina económica, confinamiento inconstitucional, colapso sanitario, paro laboral y fracaso tele-educativo llevaron a algunos voceros a predicar que si, a pesar de tantas desgracias, lográbamos salir de todo esto, lo haríamos más fuertes, concienciados y solidarios. Sólo algunos cenizos considerábamos que nada en la historia de la humanidad abonaba tan ingenuo optimismo social. Y en efecto, han pasado poco más de doce meses de "normalidad" y lo que se constata es que no hemos aprendido nada: ni somos más solidarios, ni estamos más juntos ni más concienciados de lo que es importante y lo que no.

En España seguimos a lo nuestro, a las pugnas cainitas por el poder protagonizadas por un conjunto de impresentables mentirosos de todos los colores del arco parlamentario. Ellos son la muestra representativa de una ciudadanía que olvidó rápidamente los malos momentos y los propósitos de enmienda que hizo durante el confinamiento. No son mejores ni peores que todos los demás. Es lo que hay. Las ambiciones y la desmemoria de los supervivientes campan por sus respetos. Otra vez. Como aquella sociedad europea que tras el final de la I Guerra Mundial hizo el firme (?) propósito de no volver a repetir nunca más aquella carnicería sin sentido, y bastó poco más de una década para hacer otra aún más cruel: la II Guerra Mundial. ¿Cómo ser optimista con estos mimbres?

Por lo que nos toca, la educación no tiene hoy mejores perspectivas que las que tenía antes de la pandemia. Sumidos en la implantación de una nueva ley partidista -la LOMLOE- tan inútil como todas las anteriores para resolver los verdaderos problemas del sistema educativo, ni siquiera escuchamos ahora el mantra de que es necesario un Pacto por la Educación para acabar con las pugnas partidarias y electoralistas que instrumentalizan la educación de todos de manera tan obscena. 

Los docentes que se incorporaron para reforzar los desdobles y grupos de apoyo durante la pandemia van desapareciendo paulatinamente y las CCAA siguen haciendo números para ahorrárselos en los próximos cursos. No hay mejoras organizativas de los centros para atender a la diversidad del alumnado y, como ha ocurrido con los sanitarios, se ha olvidado el servicio que prestaron muchos docentes durante la pandemia a costa de su tiempo libre, de sus propios ordenadores y de su propia familia. Las buenas intenciones y las buenas palabras de entonces se las llevó el viento de un vendaval de aplausos tan sensibleros y cursis como inútiles, y ni se ha mejorado su dignidad profesional, ni sus condiciones laborales, ni su formación inicial. Volvemos a la vieja normalidad, a lo rancio del españolito mezquino y peleón, y no a la nueva y utópica normalidad que nos quisieron vender. Todo en ti fue naufragio, como diría Neruda.

Este 2022 está terminando y no podemos hacer un balance siquiera medio satisfactorio de la educación en estos doce meses sin el azote de la pandemia. No hemos aprendido nada. Así que aquí les dejamos con un pasodoble de la chirigota "los hinchapelotas" dedicado a nuestros políticos. Como dicen ellos, lo que se merecen es que les mandemos a chupar banquillo, a chupar candaos o a chupar barrotes. Pero que se vayan todos cuanto antes. José Saramago lo narró muy bien en su Ensayo para la lucidez. Y eso es lo que nos falta: lucidez y vergüenza.


miércoles, 14 de diciembre de 2022

¡Por fin serán juzgados!

 

               INCOMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA            

Ya se ha fijado fecha -febrero de 2023- para la celebración del juicio que resolverá la responsabilidad de la anterior cúpula de la dirección socialista en la Delegación de Educación de Sevilla por los lamentables hechos acaecidos hace ya varios años: la inclusión, de forma presuntamente fraudulenta, de la hija del que fuera Jefe de Inspección de dicha delegación provincial, el Sr. Alberto Moreno, en un puesto de trabajo que no le correspondía ni por méritos ni por capacidad. Vamos, lo que viene llamándose vulgarmente un enchufe en toda regla, saltándose todas las "idem". Más grave, si cabe, porque se trataba de la hija del Sr. Jefe de Inspección, o sea, de quién debía velar por la legalidad de los procesos administrativos, especialmente, de los procesos de selección y asignación de personal docente a determinados puestos específicos. Y más grave, aún, porque se trataba de la actuación en una zona educativa muy deprimida socio-económicamente, como es el barrio del Polígono Sur de la ciudad de Sevilla. Uno de los más pobres de España, no sólo de Andalucía.

En el embrollo participaron, además, como colaboradores -o cómplices- necesarios, la Jefa del Servicio de Ordenación Educativa, la Sra. Carmen Liébana (para la que la fiscalía pide pena de cárcel), el Jefe de Personal, el Sr. Luis Sanchís, y el propio Delegado Provincial de Educación, el Sr. Francisco Díaz; incluyendo, cómo no, en la lista de encausados, a la propia beneficiaria del enjuague, la Sra. Anaís Moreno, hija del susodicho Jefe de Inspección. El asunto, con ser grave, no muestra la profundidad de los comportamientos corruptos, ocultos y arbitrarios, que aquejaban a dicha delegación provincial por aquellos años. Liderado el equipo de dirección por un delegado provincial -el Sr. Díaz Morillo- que no tenía ni idea de los entresijos de la empresa que tenía entre manos, y sin la debida formación ni experiencia, abandonó en manos de un equipo directivo prepotente -y de dudosa ética profesional- la gestión de una delegación grande y compleja, quizás la mayor de Andalucía. El desastre se veía venir. Los casos de nepotismo, cazas de brujas, arbitrariedades administrativas y aprobados por decreto -esto es, por mis narices-, empezaron a surgir a cada paso. El equipo empezaba a cubrirse de gloria con el beneplácito de su delegado de educación. Y que, como hicieron los Sres. Chaves y Griñán en el caso de los ERE´s, se escudará, seguramente, en que él no sabía nada y que no se llevó dinero alguno. ¡Menudos jetas!

Todo esto empezó a fraguarse en el año 2012, cuando la Consejería nombró como Delegado Provincial al hoy encausado, y el globo fétido que fue hinchándose en los años siguientes explotó por los aires por una metedura de pata fruto de la impunidad con la que se manejaban estos personajes. El caso era pan comido: se trataba de la hija en paro de uno de ellos a la que había que "colocar" donde fuera y por encima de quien fuera. Para hacerlo se sirvieron de todo el poder que tenían y que hasta ese momento les había ido tan bien, y se saltaron todos los procedimientos legales establecidos -incluso falsificando documentos-. Primero, fue la denuncia de una docente que ocupaba un puesto por encima de la susodicha hija del Sr. Jefe de Inspección en las listas de selección para unos puestos específicos la que hizo saltar la liebre; posteriormente, el sindicato USTEA (no entendemos, o sí, por qué otros sindicatos como CCOO o FETE-UGT no se sumaron a dicha denuncia) remitió el caso a la fiscalía. Todo ello provocó el principio del fin de aquellos años de prepotencia, impunidad y descaro en la gestión educativa de la provincia de Sevilla. 

Una vez se hizo eco la prensa del caso -el diario EL MUNDO-, la Junta de Andalucía de la Sra. Susana Díaz inició un proceso de investigación interna, esto es, quiso lavar los trapos sucios en casa para silenciar el problema y que no le estallara en la cara. Tras dicha investigación "recolocaron" en la agencia IDEA al Sr. Delegado Provincial ¡premiado por hacerlo tan bien! (Por cierto, una agencia que jugó un papel lamentable en el uso arbitario de fondos públicos, como el caso de los ERE´s), pidieron la dimisión del Sr. Jefe de Inspección -que se fue de rositas- y destituyeron al resto de personajes. La beneficiaria del enchufe siguió, no obstante, ocupando la plaza que había obtenido de manera irregular. Pero la denuncia siguió para adelante, gracias a USTEA, y el próximo mes de febrero de 2023 se los juzgará en los tribunales. Tarde, pero se los juzgará.

Y se juzgará con ellos a toda una época de abusos en la gestión educativa que imprimió en Andalucía la última década del gobierno socialista andaluz (la del Sr. Griñán y la Sra. Díaz) y, especialmente, en la delegación de Sevilla. Este caso de la hija del Jefe de Inspección tan sólo fue la punta del iceberg de un sistema corrompido que venía arrastrándose desde varios años antes, como los ERE´s lo fueron del gobierno socialista en la Junta de Andalucía y que también afloró por un descuido en la mordida a un empresario hostelero.

¡Por fin serán juzgados, unos y otros! Y aunque en este embrollo educativo no se pudo tirar del hilo como en el caso de los ERE´s o de la Agencia IDEA, estos personajes, está forma zafia y cortijera de gestionar lo público, dejaron a la delegación educativa de Sevilla tan podrida que aún tardará varios años en recuperarse totalmente. Y eso que, a raíz de las destituciones y dimisiones, al curso siguiente se produjo la desbandada de muchos asesores, docentes y funcionarios de la delegación de Sevilla que dijeron ¡pies para qué os quiero!, ¡no vaya a ser que nos caiga algo de mierda encima! Casi todas las ratas abandonaron el barco, muchas con nombres y apellidos muy (re)conocidos por esos lares en aquellos años. ¡Dios los cría...!

En el siguiente vídeo tienen a uno de estos personajes, el Sr. Delegado de Educación, dando "explicaciones" a los padres y madres de un centro educativo sevillano, donde grita varias veces, ¡yo no soy un corrupto, no soy un corrupto! Juzguen ustedes, a ver qué les parece el sujeto.


lunes, 12 de diciembre de 2022

"La lección"

 

               INCOMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA               

"La lección" es el título de una serie de producción israelí que versa sobre la problemática de un profesor de secundaria -de educación cívica- con una alumna, al proponerle un trabajo en clase. La primera impresión que nos queda después de ver esta premiada y controvertida serie -de 6 capítulos- (en FILMIN) es aquella de que "mal de muchos, consuelo de tontos". Porque parece mentira que los problemas de un centro israelí sean tan parecidos a los que podemos encontrar hoy en los nuestros. Y más cuando se trabaja con adolescentes y jóvenes. En esto, la problemática que muestra la serie es de tal verosimilitud, sin caer en tremendismos ni sensiblerías, que se compadece punto por punto con nuestra realidad diaria como docentes, salvando las distancias y problemas propios de la sociedad hebrea.

La segunda, más sosegada, es que la educación en la cultura occidental está condenada al más absoluto fracaso por el camino que vamos y que la huida de los docentes será inexorable en los próximos años, primero a cuentagotas, después, en estampida, porque la presión que soportan por parte de padres, madres, directores de centro, inspectores, administración o sindicatos se muestra cada vez más asfixiante e invasiva. Para más inri, esta huida afectará a los más capaces y comprometidos con su profesión, los vocacionales, los que tratan de tomarse en serio la importante función social que se les ha asignado. A los docentes burócratas, los que van a firmar el parte del día y se largan del tajo cuanto antes, aquellos que tienen los papeles en regla pero no ponen en juego sus valores ni su personalidad en el empeño, les da igual que el sistema se caiga a pedazos con tal de que a ellos no les coja debajo. Quizás sea una posición más inteligente visto lo que se nos viene encima, pero desde la ética profesional es, sin duda, reprobable.

La tercera impresión, ya postrera, es que la serie es un golpe en la mesa, una denuncia en toda regla de la sociedad de la (des)información, la manipulación política, el cáncer de los móviles y las redes sociales, la relación de dependencia que crea en los más jóvenes, la desresponsabilización o incapacidad de las familias en la educación de sus hijos, su alejamiento de los valores modernos - que no postmodernos- de la institución escolar, el desconcierto del consumo desenfrenado, la injusticia de las brechas sociales creadas por el mercado, las ideologías nacionalistas, la banalidad de la violencia, etc..., Una compleja situación que proclama la muerte de la escuela como institución tal y como hoy la conocemos. Si no la matan entre todos morirá ella sola por inanición y, entonces, habrá que inventar otra cosa para "entretener" al personal que, si dios no lo remedia, vendrá con seguridad del mercado y/o la política en su peor acepción, para seguir siendo utilizada como semillero de consignas, de consumidores adocenados y sin capacidad de análisis, de analfabetos políticos y éticos, de incapaces sociales, de ciudadanos convertidos en meros clientes sin derecho a protestar siquiera.

Para que juzguen Vds. mismos, aquí les dejamos con un tráiler de la premiada serie "La lección" y les recomendamos que, si pueden, y aún no la han visto, le echen un vistazo. No se arrepentirán.


jueves, 8 de diciembre de 2022

El maestro que no hacía programaciones.

 

               INCOMPETENCIA DE AUTONOMÍA E INICIATIVA               

Lo que vamos a relatar sucedió hace años, décadas diríamos, pero hoy, sorprendentemente, sigue siendo una historia de actualidad. En aquellos días, se había obligado al profesorado por ley -¡cómo no!- a realizar unas programaciones de aula muy detalladas. Tan detalladas que, a pesar de utilizar un tamaño de letra muy pequeño, no cabían en un folio normal, había que utilizar "sábanas" de hojas pegadas con cinta adhesiva. Cada sábana era de por sí inmanejable y acababa por deteriorarse si se abría o cerraba con frecuencia. Riesgo que no se corría porque su utilidad quedaba relegada a enseñársela al director o inspector de turno cuando viniera a pedirlas. Todos sabían que la sábana, en realidad, no servía para planificar la actividad del aula. Cada maestro/a seguía utilizando sus propios recursos y actividades, sus libros de texto o de lectura, su tiza y su pizarra, como venía haciendo antes de que la desafortunada ley le obligara a cumplimentar una programación artificiosa e incompresible que sólo le hacía perder el tiempo y la paciencia.

Y en estas que llegó al colegio un inspector de aspecto sombrío y seco. La noticia corrió por los pasillos del centro como la pólvora. Cada maestro/a sacó de su maleta la dichosa programación obligatoria: un conjunto de "sábanas" impolutas que supuestamente explicaban lo que hacían en el aula y cómo evaluaban al alumnado. El miedo se deslizó por debajo de las puertas de las clases como el viento que anuncia tormentas -o tormentos-. Todos a la espera de que el Sr. inspector abriera al azar -y sin llamar- la puerta del aula donde se produciría el temido interrogatorio.

Acongojado, a la vez que aliviado, el profesorado del centro se reunió al final de la jornada en la sala común para compartir experiencias, una vez que el severo inspector había abandonado el colegio. Sólo uno, un maestro con muchos años de experiencia y que había llegado procedente de una escuela rural, parecía satisfecho y tranquilo. Como no lo conocían mucho no se atrevían a preguntarle. Al final, tras varios gestos cómplices entre algunos de los asistentes, un joven maestro que acababa de incorporarse a la docencia tras las oposiciones, se dirigió a él:

- Mario, ¿ha entrado el inspector en tu clase?

- Sí, ¿por qué?

- Por nada, es que te veo muy tranquilo. Supongo que le habrás enseñado tu programación y estaba bien hecha, ¿no?

- Bueno, algo así.

- ¿Cómo que algo así?

- Pues eso, que al entrar en mi clase me dijo que si tenía hecha la programación...

- ¿Y? -le apremió el novato.

- Pues le dije que sí, que la tenía hecha. A continuación, me pidió que se la enseñara y le dije que no podía hacerlo.

- ¡....!

- ¡Cómo que no puede usted enseñármela!, me dijo el inspector algo nervioso. 

- ¿...?

- ¡Porque la tengo aquí!, le dije señalándome con el dedo índice la sien.

- ¡No me lo puedo creeer! ¡jajajaja! ¿Y qué hizo el inspector?

-  Se fue por donde había entrado. 

El maestro dio media vuelta y salió de la sala tan tranquilo. Los atentos profes allí congregados no salían de su asombro. Cada uno se fue a su casa anticipando al maestro un final a cual más grave. ¡Total, por no hacer una "sábana" de papel que no servía para nada! No valía la pena arriesgarse por esa tontería.

 

Final: esto es un caso real, sucedido en un colegio real de un pueblo real. Al maestro que "guardaba" sus programaciones en la cabeza no le ocurrió absolutamente nada, antes bien, su valor y popularidad crecieron en los años siguientes. El severo inspector no volvió a pasar por el centro hasta pasados unos meses y nunca se refirió a lo sucedido. Aquella ley educativa se derogó al poco tiempo. Dejaron de hacerse "sábanas" de programaciones por obligación. Al fin y al cabo, todos admitían que sólo suponían un papeleo inútil e incomprensible. Pero lo que no sabían los maestros y maestras de ese cole es que no tardarían en volver a hacer "sábanas" de programaciones con otra nueva ley educativa. Y así, una tras otra. Menos el maestro, claro. Este siguió guardándolas todas en su cabeza. Definitivamente, no aprendemos.

 

Volvemos a una intervención hilarante de Ken Robinson sobre cómo las escuelas matan la creatividad. No tiene desperdicio. ¿Existe alguna programación escrita y obligatoria por ley que lo evite? Claro que no. Porque lo más relevante que ocurre en un aula ni se ve ni se puede prever ni programar. Es el manejo de lo imprevisible, lo oculto y lo sorprendente lo que hace a un buen profesional de la docencia. En gran medida, enseñar es un arte colectivo que se hace con personas, en vez de con pinturas o madera, y no la aplicación mecánica de protocolos pseudotecnológicos. Y eso no puede plasmarse en una "sábana" ni en un hoja de cálculo o un programa informático y, mucho menos, en una ley. Educar depende de la personalidad, la formación, la experiencia y las cualidades de cada maestro, de cada maestra. Eso es lo que hay que cuidar.

 

lunes, 5 de diciembre de 2022

De profetas, gurús y sinvergüenzas educativos.

 

               INCOMPETENCIA DE APRENDER A APRENDER               

La educación siempre ha sido un campo abonado para que frívolos, vendepatrias, sinvergüenzas o "profetas" hagan su particular agosto, casi siempre por motivos económicos o electoralistas. Lo que parece mentira es que en pleno s. XXI aún tengamos tantos personajes de esta calaña paseándose por los alrededores del sistema educativo aunque, eso sí, se les nota a la legua que ni por asomo saben, ni quieren experimentar, lo que es la realidad de un aula a diario. Pontifican lo que tenemos que hacer los docentes o los medios que tenemos que utilizar en el aula, pero jamás se meterán en una cualquiera para aplicarse el cuento. Por eso viven siempre en la periferia del sistema educativo. Ahí, donde se está más "calentito" y alejado de los verdaderos y pringosos problemas de la docencia. Propónganle al político pontificio, al profesor experto o al señor inspector supervisor que hagan ellos mismos una demostración de lo que pregonan en una clase de 3º de ESO y verán lo rápido que se quitan de en medio. De ahí que autores tan reconocidos, sobre todo en otras latitudes, hayan defendido desde hace décadas que sólo los "prácticos", los docentes de a pie de clase, pueden articular alternativas viables, innovadoras o investigadoras en el campo educativo. La innovación, la reforma o la investigación educativas viajan siempre de abajo-arriba y no al revés, como demostraron Freire, Freinet, Montessori, Makarenko, Ferrer i Guardia y tantos otros. (Para ampliar el tema remitimos a obras de Andrew Hargreaves, John Elliott, Wilfred Carr, Ken Robinson o Walter Doyle, por citar tan sólo algunos ejemplos de este planteamiento desde distintas perspectivas). 

Pero, desgraciadamente, la ansiedad, el desconcierto, la indefensión o la mala formación de muchos docentes les hace ser víctimas propiciatorias de ocurrencias, consignas, pócimas milagreras, sectas o tecnologías baratas que lo único que pretenden es ganar dinero, sumar feligreses o aglutinar poder gracias al complejo entramado de fuerzas y demandas que se esconden en el seno del sistema educativo de un país. No hay nada como la ignorancia, la soledad y la desorientación para que una persona busque desesperadamente la solución mágica, el pensamiento simple, la receta ideal que nos librará del mal, nos alejará de la realidad o nos permitirá lidiar con ella en mejores condiciones. Una búsqueda que sabemos destinada a la melancolía pero a la que muchos docentes no renuncian a pesar de los reiterados ejemplos que demuestran su ineficacia. En muchos casos dichos docentes parecen comportarse más como devotos abandonados en busca de dios, o de dioses, que como profesionales en busca de conocimientos o experiencias constrastadas. Es lo que genera en algunos la insoportable ausencia de respuestas sencillas y eficaces que les permita convivir con una realidad compleja, esquiva o insatisfactoria como suele ser su experiencia diaria en el aula.

Y de esta debilidad profesional se aprovechan muchos "listos y listas: políticos, gurús, empresas con mucho ánimo de lucro, sinvergüenzas, profetas, vendepatrias o meros delincuentes. Así que, hoy día, lo más importante para un docente es distinguirlos con rapidez, lo que no suele ser fácil porque sus propuestas suelen venir envueltas en bonitos discursos, regalos baratos, taimados chantajes o palmaditas en la espalda. Pero cualquier docente posee dos preguntas fáciles para desenmascararlos: ¿quién gana dinero o poder con dicha propuesta? y ¿qué fundamentos científicos o experimentales la sostienen? Sí, exactamente como se podría desenmascarar a cualquier vendedor de crecepelo milagroso.

Sólo los docentes somos capaces de generar conocimiento profesional contrastado. No lo hará por nosotros ningún político, ninguna empresa, ningún profeta, ningún mago sin magia. Mientras estemos esperando que alguien de la periferia -o del rompimiento de gloria- del sistema nos resuelva la papeleta diaria seguiremos siendo vendidos al mejor postor, esperando el maná que nunca llega, la ley que nunca resuelve, el cacharrito que nunca funciona. 

Alejémonos de estos "comemieldas" -como diría un habanero castizo- y construyamos, aunque sea lentamente, un conocimiento profesional propio. Huyamos como de la peste de soluciones simplistas, curas laicos o confesionales, payasos cantamañanas o aparatitos milagrosos. Colaboremos y cooperemos entre nosotros, desconfiemos de cualquier ley por mucha "calidad" que pregone y demandemos más recursos, más dignidad profesional y mejores condiciones laborales. Esa sí que es una responsabilidad de los poderes públicos. Lo demás, enseñar, educar, debe ser cosa nuestra. Nuestra responsabilidad.

El saqueo sistemático que estos comemieldas están haciendo a costa de la dignidad, la autoridad y la autonomía pedagógica del profesorado es parecido al siguiente vídeo de José Mota. Reírse, reírse.