miércoles, 29 de septiembre de 2021

Pero, ¿qué es la orientación educativa?

Rescatamos partes de una entrada de este blog de hace DIEZ años, nada menos que de septiembre de 2011, para que vean lo poco que se avanza en este país en materia de Educación u Orientación. Sin duda, los que defendemos una nueva forma de encarar los procesos, las políticas y las actuaciones educativas, estamos abocados al naufragio y a la melancolía permanentes. Una pena. Pero en esta entrada se volvían a recordar los preceptos básicos que deben guiar a la orientación educativa desde una perspectiva innovadora y comprometida con la mejora de las comunidades escolares allá donde se inserta.  


INCOMPETENCIA DE CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD


A mediados de los años setenta del siglo pasado, en plena transición política, circulaba un chiste algo surrealista entre los alumnos de COU que aún recibíamos clase de Formación del Espíritu Nacional, a cargo de un profesor falangista de última hora, que decía: "Cincuenta mil falangistas iban por el desierto cantando, ¡Joooosé Antoooonio, nuestra Luz y Guíaaaaaaaa!". El gracioso entonces se tomaba un pequeño respiro y esperaba que alguien de la concurrencia le apremiara con la conclusión, "bueno..., ¿y qué?, ¿qué pasó?". "¡Que se perdieron!", sentenciaba divertido el del chiste mientras todos nos reíamos a carcajadas. Al profesor desde luego no le hacía maldita la gracia. En estos tiempos que corren, podríamos sustituir oportunamente falangistas por socialistas y José Antonio por Zapatero y seguiria cobrando sentido el chiste; o, si lo prefieren, falangistas por populares y José Antonio por José María, pero seguro, que aún así y en ambos casos, el chiste pierde algo de la gracia que tenía entonces cuando aún existía la clase de FEN. 

Y es que la naturaleza de la política y de los partidos de hoy tienen todavía mucho que ver con aquella Formación del Espíritu Nacional tardofranquista. De ahí que, por ejemplo, en vez de hacer autocrítica de lo mucho errado, los socialistas prefieran entregarse a un nuevo líder, ya talludito y de dudosa credibilidad como Rubalcaba, para que los guíe por la travesía del desierto que se les avecina, -en vez de confiar en el trabajo honrado, las ideas y el ejemplo de su gente de base -si es que no es ya demasiado tarde para eso-. Y lo mismo podríamos decir, y bien que lo pagaron caro, respecto de la bobalicona sumisión de los populares a un insigne dirigente tan poco acreditado como Aznar. Lejos de escarmentar, cual rebaño desorientado ansían que otro perro pastor les guíe, a ver si hay más suerte esta vez, y no se encaminan al matadero. (Nota de 2021: Lejos estábamos entonces de saber que la deriva venidera sería aún peor con el Sr. Sánchez y el Sr. Casado ocupando sus poltronas. Y no digamos del Sr. Iglesias. Como se ve, todo puede ser peor de lo que imaginamos)

Decimos esto, no sólo porque a todas luces los "líderes" políticos están hoy en horas bajas en todos los continentes, (Y eso que aún no conocíamos al Sr. Trump) sino porque ni siquiera hoy orientar o guiar debe basarse ciegamente en la consigna de un líder o en la receta de un experto orientador, sino por el contrario, en ayudar -a cada persona o a cada grupo social- en la búsqueda autónoma del propio camino, la construcción del propio destino. Y aquí es donde viene la desorientación que sufrimos en tantos aspectos, también en el de la orientación educativa, curiosamente. La gente sigue buscando líderes, gurús y recetas mágicas que les resuelva cómodamente eso tan penoso y costoso que es trabajar, pensar y decidir por uno mismo. Y eso, a los fabricantes de líderes les va que ni pintado.
 
Orientar es hoy, sin duda, una profesión difícil si se entiende como se debe. Quizás por eso la Consejería de Educación de Andalucía, defraudada porque quiso ver en los orientadores de antaño una especie de "vendedores" del humo de la LOGSE -algunos incluso se lo creyeron- y de su política errática, ahora trata de relegarlos a ser meros acólitos del equipo directivo de turno, de acuerdo a lo que establece el nefasto Decreto 327/2010 -que establece el Reglamento Orgánico de los institutos-, (que, por cierto, no mejoraron los siguientes) porque empiezan a resultar incómodos testigos de los caprichos y ocurrencias que se perpetran cada día en la política educativa andaluza y en algunos centros. Si fueron mal vistos entonces por buena parte del profesorado, en la actualidad muchos centros -aquellos que han tenido la suerte de disponer de buenos profesionales de la orientación, que esa es otra-, valoran como imprescindible su labor, aún a pesar de su tardía introducción en nuestro país -los primeros orientadores educativos en Europa y EEUU aparecen en los años treinta del s. XX y hoy constituyen una profesión necesaria, consolidada y respetada en el mundo occidental.

Fin de la cita.

Considerar la orientación educativa como una actividad profesional de ayuda personal y social claramente emancipadora y comunitaria, esto es, comprometida con la consecución de la autonomía moral e intelectual de los sujetos y la mejora de las comunidades educativas allá donde desarrolla su labor, la aleja de visiones simplonas como la solucionadora de problemas, la realizadora de juegos de magia psicopedagógica, la sofocadora de incendios o la vendedora de productos manufacturados por la consejería de turno. Ayudar en el proceso de toma de decisiones complejas -personales, vocacionales, sociales...-, ayudar en el conocimiento de uno mismo, ayudar en los proyectos de vida de las personas, ayudar en los procesos de aprendizaje, ayudar en la educación familiar, etc., son campos de actuación de la orientación educativa que se aleja de las torpes consignas que se le suelen endosar. Es cierto que el personal ajeno y desinformado demanda frecuentemente respuestas rápidas y simples pero, precisamente, es también misión de la orientación educativa educar, guiar esa demanda inicial con el fin de favorecer a medio y largo plazo un compromiso activo en la mejora de las situaciones personales y sociales que afectan a los centros escolares. 
 
El profesional de la orientación no es un héroe solitario, su misión es siempre colaborativa y cooperativa. Su éxito depende del éxito de los demás. Sus metas sólo se consiguen entre todos los participanres del hecho educativo. No es, pues, la orienración educativa tarea fácil ni rápida, qué duda cabe. Pero ante problemas complejos como los que aquejan hoy a las sociedades occidentales no bastan respuestas simplonas como las que suele pedir el público, a no ser que se le mienta, como acostumbra hacer la desvergonzada clase política que nos (des)gobierna. Y es que, con la orientación educativa bien entendida pasa como con la portera testigo de Jehová de la película de Almodóvar, cuando la maravillosa Chus Lampreave dice aquello de "ya me gustaría a mi mentir, pero eso es lo malo de las testigas, que no podemos...". Pues eso debe pasar con los profesionales de la orientación educativa, que no podemos mentir. Ahí les dejamos con ella.
 


                        

lunes, 27 de septiembre de 2021

La orientación abandonada y desorientada

"Había, pues, mucho más mundo que palabras, y palabras había que abrían una bolsa marsupial infinita para en ellas abrigar mundos, y había mundos que no encontraban sus palabras". (Estuário. Lídia Jorge. Pág. 166. Ed. D. Quixote, 2018)

 

                       INCOMPETENCIA DE APRENDER A APRENDER                     

 

Que la orientación educativa en Andalucía perdería el rumbo tarde o temprano no debería sorprender a nadie. Y muchos menos a los profesionales que la ejercen desde hace décadas. Desde su nacimiento, allá por los 90, tanto políticos de izquierdas como de derechas no han hecho otra cosa que machacarla. El problema no nace ahora con el Sr. Imbroda, aunque, desde su puesto de consejero de educación, siga contribuyendo a su abandono y deterioro. Los socialistas del PSOE, cortijeros ignorantes aquí en territorio andaluz durante demasiados años, nunca supieron qué hacer con ella desde que la LOGSE (1990) la impulsara en España. Desde sus cortas luces consideraron que la orientación educativa venía a ayudar a la complicada implantación de "su" Reforma, sobre todo de la conflictiva ESO (Ed. Secundaria Obligatoria) entendiendo al profesional de la orientación como una especie de "bombero" capaz de apagar los fuegos a que daría pie una etapa que nacía con muchos problemas estructurales y curriculares -como se ha comprobado después. Otros "psicotecnócratas" sin norte lo concibieron como un "mago" que resolvería las enormes dificultades que ofrecería un alumnado muy heterogéneo sometido a un currículo único y obligatorio. Eso sí, sin poner otros recursos en sus manos que facilitaran siquiera su labor de atención a la diversidad: un mago sin magia que no podía sacar conejos de la chistera. No faltaron tampoco aquellos que intentaron convertirlo en "comisario político" de la Reforma Educativa, capaz de transmitir y velar por las consignas "buenistas" que lanzaba la consejería de educación a los centros para que manejaran lo inmanejable. Lamentablemente, no pocos orientadores y orientadoras -también desorientados- se apuntaron al desconcierto: bien al papel de "bombero", bien al de "mago", bien a lo de ser quintacolumnistas de la administración en los centros educativos. Evidentemente, todos acabarían estrellándose o "quemándose" con el tiempo porque "compraron palabras" que solo estaban destinadas al fracaso. No ha sido casual que muchos de ellos accedieran con los años a ocupar plazas de inspección o se hicieran cargo de la dirección de los centros, sirviéndoles la orientación como trampolín para refugios más reconocidos y mejor pagados.

Desatino tras otro, tampoco los sindicatos ni las asociaciones profesionales de orientación nacidas en Andalucía a inicios del s. XXI, tuvieron un papel relevante para esclarecer, formar y defender una función tan novedosa en Andalucía. Una función que, sin embargo, contaba ya entonces -y cuenta hoy- con una larga tradición europea y un enorme caudal de literatura y experiencias prácticas en distintos países. Por el contrario, estas asociaciones se convirtieron pronto en "chiringuitos" de unos pocos para "pastelear" prebendas con la consejería de educación -e incluso con algunas universidades- y, a la vez, ocupar su tiempo libre en una especie de peñas culturales, hoy convertidas -más bien- en clubs de la "tercera edad" orientadora. Perdieron pronto el rumbo, lo que para un orientador es una desgracia porque lo desprofesionaliza. Solo basta comprobar la poca relevancia y el descrédito que tienen desde hace años, incluso entre los propios orientadores. Una lástima.

Nos congratulamos, no obstante, de que algunos colectivos, como el de OrientaXLaPública, sean capaces, con la que está cayendo, de levantar la voz y denunciar lo que está ocurriendo con la orientación educativa en Andalucía desde hace décadas, ante la complacencia y dejadez de las administraciones y las supuestas asociaciones "profesionales". Demandan más recursos humanos y materiales porque se encuentran desbordados ante la complejidad y cantidad de necesidades educativas del alumnado y de los centros docentes. Y tienen toda la razón. En España jamás se han alcanzado los niveles mínimos requeridos por las organizaciones internacionales para estos profesionales educativos, pero se echa de menos que no solo acusen al Sr. Imbroda sino también a todos sus antecesores en la consejería de educación andaluza -socialistas y comunistas-, como responsables tanto de la escasez de recursos como del "papelito" que les quieren seguir endosando -desde hace décadas- a estos profesionales como "bomberos", "magos" o "comisarios políticos". 

Ahora bien, dicho esto, también hay que afirmar que existen en los centros educativos andaluces muy buenos/as profesionales de la orientación educativa que, día a día, tratan de realizar una labor compleja en precarias condiciones materiales y personales, siempre abonados al estrés y a la extenuación laboral. Solo los valoran las comunidades educativas en las que desarrollan su labor. Esos son los profesionales de la orientación que merecen la pena y que sostienen hoy la importancia y la dignidad de una función imprescindible para la mejora de la calidad educativa. Eso sí, con esta generación de políticos cortijeros y mediocres que nos gobierna en Andalucía, tanto de la derecha como de la izquierda, están condenados al abandono y la melancolía. Pero no están perdidos, ni desorientados, siguen sabiendo cuál es su papel como profesionales de la orientación y sólo responden ante sus comunidades educativas. Lo recordaremos en la próxima entrada. Va por ellos y ellas.

Siguiendo con la escritora portuguesa Lídia Jorge, la orientación educativa esta plagada de palabras y siglas, pero no todas la definen. Algunas como bombero, mago, supervisor o equilibrista deben desterrarse. Si no es así, otros rellenarán de verborrea hueca la pésima normativa que la regula en Andalucía. Son los profesionales de la orientación educativa andaluza los que deben abrigar qué palabras conforman su papel y su actuación. Porque las palabras que usamos conforman nuestro mundo pero también lo limitan o expanden. Vean este interesante vídeo sobre cómo se produce esta rica y conflictiva relación. 


                     

viernes, 24 de septiembre de 2021

Un rayo de esperanza en Soria


"La pringue ideológica, los grumos de fanatismo e irracionalidad que ocupan los cerebros de bastantes adalides de la enseñanza que tienen, además, el poder en determinadas instituciones (...) es una rémora fatal en nuestro poco agraciado mundo educativo". (Fidelidad a Grecia. E. Lledó. pág. 118. Ed. Taurus, 2020)


   INCOMPETENCIA DE AUTONOMÍA E INICIATIVA

Fuentelfresno es un pueblecito de Soria que hasta hace pocos años solo contaba con dos habitantes. Hoy tiene 50, 22 de ellos niños. El milagro de que no se haya convertido en un pueblo fantasma más de la España Vaciada lo ha provocado, precisamente, un nuevo modo de ver la educación de los más jóvenes. Podemos decir que ha sido la Educación quien lo ha rescatado, lo ha regenerado. Y no cualquier tipo de educación, sino un modelo bien diferente al dominante en nuestras ciudades y pueblos: un pequeño colegio público "finlandés" a veinte kilómetros de Soria. Un milagro.

Su alcaldesa es una ingeniera mallorquina que se trasladó al pueblo para que su hijo pudiera asistir a la escuela, como otras tantas familias que se han ido a vivir al pueblo e incluso han comprado terrenos para asentarse definitivamente. Querían un nuevo tipo de escuela que no encontraban en sus localidades de origen. El milagro es que haya sido, sorprendentemente, una escuela, un tipo diferente de educación, el que haya producido este efecto llamada de familias preocupadas por ofrecer una buena educación a sus hijos. Lo que, a la postre, también ha evitado la desaparición del pueblo.

Lo que demuestra que el problema de la educación en España, sobre todo de la educación pública, es el de poder ofrecer un proyecto de calidad e innovador que conecte con las inquietudes e intereses de las familias. Cuando esto es así, cualquier zona de España podría contar con una demanda interesada por construir Escuela y por construir Futuro. Por el contrario, lo habitual en nuestro país es tener una oferta educativa homogénea y zonificada muy mediocre y de baja calidad, tanto en la pública como en la concertada, una oferta anticuada y masificada, además de un profesorado en buena medida cansado, desmotivado o que ha perdido su vocación de educar. Justo lo contrario de lo que sucede en esta pequeña escuela soriana.

Fuentelfresno constituye un rayo de esperanza de lo que podría ser una nueva educación pública en este país. Muchas familias interesadas, aún quizás en un porcentaje no mayoritario, -aunque no lo sabemos con certeza porque realmente no hay oferta tampoco donde elegir- sabrían apreciarla y serían capaces de apoyarla y de poner sus proyectos de vida en función de su viabilidad y del interés que le conceden a la educación de sus hijos e hijas. La educación pública debe seguir este camino de oferta innovadora y diversa, y abandonar, de una vez por todas, la uniformidad y la mediocridad a la que nos conducen estúpidamente nuestros políticos y administradores. 


                     

miércoles, 22 de septiembre de 2021

No hemos aprendido nada


La mitad del problema español está -y sigue estando- en la escuela. (...) El problema de la regeneración de España es pedagógico, más que económico. (Cita de Joaquín Costa en la obra Fidelidad a Grecia de Emilio Lledó. Pág. 104. 2020)

   

INCOMPETENCIA DE APRENDER A APRENDER

 

Hace meses hubo personas cándidas, o ilusas, optimistas quizás, que lanzaron la idea de que esta cruel pandemia nos haría mejores, y que después de tantos muertos y de tanta ruina sabríamos distinguir -por fin- entre lo importante de la vida y lo accesorio. Nada más lejos de lo que ocurre hoy ni de lo que ocurrirá mañana. Para aprender algo tan crucial en la vida de una persona, además de una catástrofe, hace falta tener y usar el cerebro. Las crisis promueven cambios de pensamiento y de comportamiento, pero sin una base formativa sólida, la mayoría solo anhelará volver al momento previo a la pandemia y olvidarse de todo lo sucedido. Una especie de mecanismo de negación social a gran escala. Esta es la condición humana de una masa mal educada, sometida al consumo, acostumbrada a la mentira y propensa al espectáculo.

No somos pesimistas, solo optimistas con datos. Y los hechos no se pueden negar por más que sigan queriendo vendernos humo, y por más que muchos quieran anhelar que alguien les diga lo que quieren ver a pesar de que la realidad diga lo contrario. Ya dijimos aquí hace unos meses que la inversión histórica en educación -sobre todo aumento de las plantillas- a que había obligado la pandemia pronto volvería a sus paupérrimos niveles por debajo de la media europea. Y en esas estamos. Con la colaboración de todos -familias, políticos, sindicatos, profesorado...- , las CCAA comienzan ya este curso a reducir efectivos y ahorrar dinero en Educación. Nada de aprovechar la mejora de la ratio para promover una organización más flexible y sostenida de las aulas -grupos de apoyo, grupos flexibles, grupos de desdoble, apoyo dentro de aula...- y conseguir, de una vez por todas, que la atención a la diversidad en nuestras escuelas e institutos sea digna y eficiente. Nada de aprovechar la organización más flexible obligada por la pandemia para ir más allá del grupo clase en la rígida -casi militar- estructuración del alumnado. Nada de usar racionalmente los instrumentos tecnológicos y digitales para que estén al servicio del pensamiento crítico.

Nada. Volveremos a ser lo que fuimos, como incomprensiblemente proclama nuestro himno andaluz. Pero, ¿qué fuimos? ¿Es que existió alguna vez esa Andalucía feliz, especie de edén que perdimos en las brumas del pasado? Despertemos. Solo nos queda mirar hacia delante porque el siglo XX demostró cómo en España la Educación, así, con mayúsculas, fue tan solo flor de un día -quizás, los breves años del inicio de la II República. Después todo se volvió a torcer para que el odio germinara en asesinatos y locura criminal. A eso siguió el desierto cultural y de las libertades. La Transición dio esperanzas que pronto se frustraron y así seguimos, mirando para atrás, ensimismados. Mientras, la educación va camino en este siglo XXI de seguir empobreciéndose. Siglo XXI, tiempo de mercachifles, banderas, corruptos e ignorantes. Esto es lo que somos ahora. Tenemos que reconocerlo para, a partir de aquí, engendrar la esperanza -que no el optimismo buenista- de alumbrar un tiempo nuevo, una nueva Educación. Tenemos tarea. Vean el vídeo que les proponemos.


                   

viernes, 3 de septiembre de 2021

España, un país de maleducados


                INCOMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA               

Uno de los indicadores más fiables del buen funcionamiento de un sistema educativo es el comportamiento educado de sus ciudadanos. Así que no hace falta tirar de sesudas evaluaciones internacionales tipo PISA para concluir que el nuestro es un verdadero fracaso. Somos un país donde la mala educación suele ser un comportamiento generalizado y no sólo en jóvenes, sino también en adultos ya muy creciditos. No nos estamos refiriendo tan sólo a aquello que llamábamos urbanidad, esto es, el adecuado comportamiento social, al menos en sus formas, que facilita la convivencia, sino también a la incapacidad de muchos de respetar los derechos elementales del prójimo.

España sigue siendo un país ruidoso, malhablado, peleón, chillón y guarro. Basta viajar a países cercanos para saberlo. No hay que irse a Suiza o Alemania, nuestros vecinos portugueses pueden darnos varias lecciones.  En Portugal, si hay un grupo de personas hablando a gritos en un restaurante, casi seguro son españoles, si hay una pareja poniendo la música a tope en una playa, es española, si hay personas hablando a gritos por la calle de noche, son españolas. Hace décadas que en España la escuela dejó de educar en estas elementales conductas, en desarrollar esta capacidad de ponerse en el lugar del otro para respetar su espacio, su derecho al descanso, su dignidad o sus opiniones. Se confundió la urbanidad, la competencia social, con una enseñanza retrógada y autoritaria y se la eliminó del currículo real. Lo que hemos conseguido son generaciones de maleducados y consentidos, ciudadanos incompetentes para la vida en común.

La pandemia actual, que ya va por la quinta ola, se alimenta mucho de esta incapacidad social de ponerse en el lugar del otro. Incluso de tu abuela, del vecino, de tus amigos o de tus padres para no contagiarlos. Parece que se le está pidiendo al personal un gran sacrificio cuando es tan solo un ejercicio de responsabilidad personal y social que, si estuviera bien educado, no habría ni que pedirlo. Porque para sacrificio el de nuestros abuelos que afrontaron una guerra civil, además de hambre y represión y, sin embargo, sacaron a sus hijos adelante. Abuelos y abuelas, muchos de ellos tristemente fallecidos por el covid 19 "gracias" a la irresponsabilidad de sus propios familiares, jóvenes y no tan jóvenes.

Quizás estemos pagando todos el pendulazo que supuso pasar de la férrea dictadura a la frágil democracia, pero ya han pasado más de cuarenta años y la situación sigue empeorando. Y es que el problema de la mala educación está enquistado en la misma población, en la propia ciudadanía. Hoy en día, por ejemplo, el silencio y el respeto son lujos que no están al alcance de casi nadie. Siempre hay un imbécil haciendo ruido para celebrar lo que sea o simplemente para dar por culo al resto. Siempre hay un tonto divirtiéndose a costa de personas mayores o discapacitados. Siempre hay un guarro ensuciando y deteriorando lo público. Siempre hay un estúpido molestando a mujeres. Siempre hay un chulo insultando a quien no le agrada. No son excepciones, desgraciadamente. Son conductas que nos retratan como pueblo incívico y grosero, mal-educado. Curiosamente, ser educado es lo más fácil de aprender del currículo escolar, pues no se trata de matemáticas ni de ciencias ni está reservado a mentes privilegiadas. Pues, ni eso. Algo llevamos haciendo mal desde hace décadas y el sistema escolar sigue sin enterarse. A lo mejor la próxima ley educativa se da cuenta. Ya. la Ética, la Educación para la Ciudadanía. Ja.

Quizás no quede otra que recurrir al Tío de la Vara, pero nos tememos que solo existe en la ficción. Una pena.

                      

miércoles, 1 de septiembre de 2021

Adoctrinar no es educar

El propósito de la educación es mostrar a la gente cómo pensar por sí mismos. El otro concepto de la Educación es adoctrinamiento. A. Noam Chomsky


                    INCOMPETENCIA DE APRENDER A APRENDER                  

Para muchas personas, para muchos docentes, no está muy claro que educar no sea, en cierto modo, adoctrinar. Incluso bastantes de ellos consideran que educar ES adoctrinar. Por ejemplo, nuestros políticos educativos y no pocos de los titulares de la enseñanza pública y, sobre todo, de la concertada y privada. Si no, no se entiende que sigan creyendo que a base de leyes y decretos, de "mandamientos" y reglas, de consignas, moldearán las vidas y el pensamiento del personal. Si eso fuera tan simple aún seguiríamos viviendo en el medievo o en el franquismo, por citar algo más cercano a nosotros. O, desde un punto de vista más personal, los que estudiamos en colegios de curas seguiríamos "comulgando" con ruedas de molino. Y no es así, afortunadamente. Lo curioso de cómo cambia el pensamiento, de su evolución, es que no se puede teledirigir totalmente mediante normas, códigos y leyes escritas. Por el contrario, sigue siempre un proceso imprevisible fruto de la complejidad de la vida humana ante el cual la "doctrina" se muestra más bien inútil, o se convierte, a veces, en un incentivo para conculcarla. Aún así, muchos se resisten a dejar ese "poder" de conformar y moldear las "cabezas" de los jóvenes, estableciendo rígidos "mandamientos", etiquetas, o trasnochadas "consignas" a su antojo, bien sean de "derechas" o de "izquierdas", según quien ejerza el poder político en la historia de una sociedad.

Viene esto a colación de la nueva ley educativa -la Ley Celaá- que comienza a implantarse en los centros educativos a partir de este curso. Y otra vez a vueltas de los nuevos contenidos de la asignatura de Ética. Si nuestros políticos aún no tienen la evidencia -después de ocho estruendosos fracasos- de que la sociedad española, y la comunidad educativa en general, camina al margen de las mismas, es que son aún más torpes de lo que pensamos. O bien, que no saben qué hacer y se agarran, cual bebé a su chupete, a lo único que les ofrece algo de seguridad en sí mismos: publicar en el BOE o en el BOJA y creer que, a continuación, la realidad se plegará a su voluntad escrita. En las sociedades abiertas y avanzadas como la nuestra y, en cierto modo, del mundo globalizado que nos rodea, pensar en un sistema educativo, en un currículo, de carácter doctrinario que funcione es un propósito baldío. Y menos mal.

Un currículo oficial de "izquierdas" es tan inútil como uno de "derechas", porque la "interpretación de la obra" quedará siempre en manos de sus actores -profesorado y alumnado- no de sus "autores". Y ya sabemos que profes y estudiantes son colectivos bien complejos insertos en una sociedad también compleja, abierta y diversa. Un currículo doctrinario solo tiene sentido en regímenes políticos de carácter autoritario, fanático o teocrático. Y aún así, la ciudadanía siempre buscará resortes para bordearlo, combatirlo o negarlo, como les pasó a muchos en los peores años del franquismo en España. Por tanto, seguir con este vaivén estúpido de leyes educativas que tratan de imponer su propio "credo" al resto de la población es un costoso error. Eso sí, ya van ocho en treinta años, lo que dice mucho de la memez de nuestra clase política capaz de tropezar ocho veces en la misma piedra.

Los sistemas democráticos avanzados saben que para sobrevivir deben "adoctrinar en que no se debe adoctrinar". Parece una tramposa paradoja pero no es así. Sólo se adoctrina desde el pasado, o sea, anclado en un pasado que debe perpetuarse, pero las sociedades democráticas del s. XXI saben que para ganar el futuro se requiere estar libre de ataduras ancestrales porque desconocemos los retos a los que nos enfrentaremos en los próximos treinta años. Se debe educar para afrontar el incierto futuro que nos espera y no para reproducir el pasado que asegure nuestros privilegios. Qué duda cabe que el pasado nos ilustra sobre lo que fuimos capaces de hacer en lo bueno y en lo malo, pero no nos dice gran cosa sobre lo que vendrá. Piénsese cómo era nuestra vida hace cuarenta años y si alguien fue capaz de imaginar siquiera entonces algo de nuestro presente. 

Los sistemas educativos avanzados requieren estructuras abiertas y fluidas, no doctrinarias. Informadas sí, pero la doctrina, ya sea política, ideológica o religiosa, entendida como conjunto de prescripciones fijadas no discutibles, entendida como conjunto de creencias que han de imponerse porque sí, aunque sean nuevas y "progres", no debe tener cabida en la educación de nuestros jóvenes. Por eso, en la entrada anterior considerábamos que Educar es enseñar a pensar y actuar por sí mismo, justo lo contrario de una enseñanza entendida como la reproducción e inculcación de un conjunto de supuestas "verdades" inamovibles. Como argumenta Santos Guerra, quien educa es un maestro, quien adoctrina es un fanático. Adoctrinar NO es educar sino manipular conciencias, y la educación, toda la educación -ya sea pública, concertada o privada-, no debe estar al servicio de ninguna ideología, nacionalismo, política o religión. Estos aspectos "doctrinales", estas creencias, sean de "derechas" o de "izquierdas", deben quedar reservados para la vida privada de las personas, no para la educación de la ciudadanía. 

La educación debe mirar siempre hacia el imprevisible futuro y no a reproducir al pasado, si no le ocurrirá como a la esposa de Lot (Génesis, 19): quedará convertida en una columna de sal. Como ya han quedado todas las leyes educativas anteriores, y como quedará próximamente la actual ley Celaá. Pero, dicho esto, educar sin caer en adoctrinamientos no es nada fácil. Educar es una profesión compleja y díficil que requiere profesionales serios y bien formados. Adoctrinar es, sin embargo, muy fácil, lo puede hacer cualquier imbécil. Os dejamos un vídeo curioso sobre la dificultad de asumir una educación que no caiga en el adoctrinamiento. Da qué pensar. Quizás, después de todo, enseñar a pensar, por dificultoso que resulte, sea la única salida y la mejor respuesta a nuestras dudas como docentes y como padres. ¿Qué os parece?