miércoles, 27 de julio de 2022

Descreer: relatos, cuentos y posverdad

"Soltad ahora las amarras. Y que el pasado -por vuestro bien- no vuelva a repetirse"

Francisco Blesa Herrera. Mar Imperator Mundi. Ed. Renacimiento.

 

               INCOMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA              

A nuestros políticos no les interesa la verdad, por eso han adoptado el "relato" como instrumento de comunicación a la ciudadanía, esto es, una forma de cuento infantil para adultos, pero sin el encanto de las novelas gráficas o de los tebeos. Por ejemplo, reniegan de la verdad histórica que describe cómo fue la Guerra Civil española, así que se inventan el "relato" de la "memoria democrática". O adjuran de la sangrienta historia del terrorismo vasco y construyen el "relato" de la "resistencia armada de un pueblo contra el fascismo". O niegan la evidencia histórica de Cataluña y pergeñan el "relato" de un "pueblo oprimido" por el resto de España. Pues que se lo digan a los miles de trabajadores que emigraron durante décadas a Cataluña porque no tenían nada que llevarse a la boca en Andalucía o Extremadura. O que se lo cuenten a las centenas de muertos y víctimas del terrorismo etarra. O que entierren los numerosos estudios e investigaciones sobre la crueldad y el horror, rojo y azul, que se desató en la lucha fratricidad española. Hoy la palabra "relato" se identifica en política como sinónimo de "mentira dirigida a incautos". Todos alucinados por la "posverdad".

Descreer de los políticos y de sus "relatos" creados para manipular hechos, sentimientos y conciencias es otro gran paso previo para descubrir otra realidad. Una labor pendiente que tiene la Escuela actual para con sus habitantes -profesorado y jóvenes-. Esto es, cómo prepararlos para enfrentar el "relato" y la "posverdad" como instrumentos manipuladores de la realidad al servicio de las ideologías y consignas políticas. Desgraciadamente, estamos más tentados de aleccionar y adoctrinar que de enseñar a analizar los hechos y a pensar por sí mismos. En cierto modo todos somos cómplices del masivo engaño. No se puede engañar a millones de ciudadanos sin el concurso de muchos.

El último "relato", el último "cuento", es el de los políticos andaluces (Chaves, Griñán y secuaces) que vivieron durante décadas manejando el cortijo de la anterior Junta de Andalucía, viviendo a su costa, beneficiándose de todas sus prebendas, repartiendo favores y dinero a discreción, y ahora, una vez juzgados y condenados por prevaricación y malversación de caudales públicos, poco menos que se pretende presentarlos como víctimas y héroes que lucharon por los trabajadores oprimidos. Como todos los "relatos" al uso, hay que tener muy poca vergüenza, mucha bajeza moral y una gran capacidad de engaño para intentar vender a la ciudadanía la supuesta "honestidad" de estos delincuentes políticos.

Y esa es otra gran tarea pendiente de la Educación del futuro: la educación ética y moral. Una educación que trate de formar personas honestas y no corruptas, que enseñe la importancia de los sistemas de control democrático e ilustre sobre las penas y castigos a los que se exponen los delincuentes que tratan de burlarlos. 

Hay que descreer para abrazar la verdad y la objetividad, la búsqueda rigurosa de los hechos y la aplicación de las leyes que nos protegen de todos estos "listos" que tratan de contarnos cuentos (apoyados por determinados medios de comunicación), para seguir robando, engañando y manipulando al pueblo al que tanto dicen "servir". Y si, por descuido, los pillasen con las manos en el "carrito del helado", poder salir indemnes de una justicia puesta a su servicio utilizando todos los recursos torticeros a su disposición: dilación de los juicios, recursos e indultos que, desde luego, no están al alcance de la mayoría de las personas. Lo que se llama una justicia igual para todos. Una justicia del pueblo. Ya, claro.

Ahora bien, si la Audiencia de Sevilla y el Tribunal Supremo hubieran utilizado los procedimientos pioneros del juez que protagoniza el siguiente vídeo de José Mota con estos ladrones de guante blanco, seguro que se hubiera llegado antes a saber la verdad y a dictar las sentencias. ¿Que no? Vean...


                      

 

(Les recordamos que si desean enviarnos colaboraciones o propuestas de entradas pueden hacerlo a: incompetenciasbasicas2epoca@gmail.com)

 

domingo, 24 de julio de 2022

Desconectar: enamorados de la irrelevancia.

"Se llama tiempo a muchas cosas: pero la duración de la playa es la más incomprensible".

Carlos de Oliveira. Entre dos memorias. Ed. Calambur.

 

                  INCOMPETENCIA DE APRENDER A APRENDER                   

No sólo la escuela está cada vez más desconectada de la realidad. Es la ciudadanía toda la que se va alejando de lo real y se va entregando a lo virtual. Las "pantallitas" son una droga tan poderosa que nos tienen embobados. Mientras, la vida pasa por delante de nuestras narices y ni nos damos cuenta. Cierto que aportan información puntual e incluso conocimiento, pero generan más "desinformación" y pérdida de tiempo que otra cosa, cuando no problemas sociales y personales. La trampa de los algoritmos la conocemos pero no es fácil sustraerse a ella. Niños, adolescentes y adultos quedan atrapados en la red cada vez más tiempo, la consumen como un estupefaciente legal, embotando sus sentidos y su capacidad de pensar. 

Frente a eso, es difícil que la escuela de una respuesta eficaz. Sobre todo cuando es uma escuela que sigue instalada en el modelo fabril del s. XIX y principios del XX. Aún es peor cuando queriendo adoptar la modernez del XXI introduce las nuevas tecnologías sin asomo de crítica, plegándose a los requerimientos del mercado y de las grandes corporaciones que las monopolizan.

Quizás no se trate tanto de volver a la cabaña de Thoreau para aislarse del mundo, o de retirarse a dormir a base de pastillas anestesiantes como hace la protagonista de la novela de Ottessa Moshfegh, pero sí ser conscientes de que por el camino que vamos o redefinimos nuestro papel en el mundo o formaremos parte del problema. Quizás ya seamos el problema. 

Así que desconectar constituiría el primer paso para la salvación. No la solución, pero si un buen principio. Parafraseando aquella frase de la película Philadelphia, "¿cómo llamarían a 1.000 informáticos atados juntos en el fondo del mar?: un buen comienzo". Y si la escuela actual es incapaz de verlo, mejor sería que desapareciera e inventáramos otra cosa.

Ahora que estamos en verano aprovechen para hacer justo lo contrario de lo que seguramente están haciendo: desconéctense, abandonen las pantallas y los auriculares y sustitúyanlos por caras, olores, sabores y sonidos naturales, charlas reales y paisajes. Quizás ya sea tarde para muchos pero, al menos, salvaguardemos a los más pequeños. Les dejamos con esta interesantísima entrevista de Catherine L´ecuyer sobre los efectos de las pantallas en la infancia: enamorados de la irrelevancia.


                       

jueves, 14 de julio de 2022

Renacer

"Río de noche: la luna se reclinaba en el agua como una mujer desnuda."

Ángela Figuera AymerichRío de Noche. Obras Completas. Ed. Hiperión.

 

                 INCOMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA              

Desaprender para renacer. Renacimiento. La educación, la sociedad, necesita un nuevo renacimiento. Su herrumbroso esqueleto ya sólo sostiene un cuerpo viejo, decrépito, sin apenas vida. Aún no sabe que mal levanta cada día un muerto viviente. Una rutina, una inercia que lo mantiene arrastrando pesadas cadenas, cada vez más a la defensiva, esperando la hora definitiva, la hora en que certifiquen su defunción y sea enterrado sin honor ni alharacas. Si a finales del s. XIX y principios del s. XX un colectivo de intelectuales, políticos y educadores propugnó la "regeneración" de España a través de la educación, visto el desastre y la decadencia en que estaba sumida, a principios de este s. XXI es necesario un renacimiento educativo que acabe con las viejas y obsoletas estructuras y alumbre un tiempo nuevo. 

Quienes aún no consideran que vivimos en un mundo y, sobre todo, en un país sumido en una crisis profunda de valores y creencias es que practican el dontancredismo propio de los ciegos -o sinvergüenzas- políticos, incapaces de ver que todo se desmorona a su alrededor mientras creen que ellos no se hundirán con el Titanic. Pero vivimos en el tiempo de descuento de un partido próximo a su fin, y deberíamos estar preparados para construir algo nuevo y no para repetir los mismos errores y con los mismos mimbres -y sinvergüenzas- que nos han traído hasta aquí. Las crisis promueven cambios, a veces a peor, así que deben cogernos bien armados para afrontar los retos futuros con otras herramientas, con otros valores y con otras creencias.

Eso es renacer. Haberse desprendido, desaprendido, de todo lo anterior y construir algo nuevo. Porque la educación, tal y como viene desarrollándose en las últimas décadas, está abocada al fracaso y a la implosión desde distintos frentes: populismos, manipulaciones, ideologías iluminadas, religiones, burocracias economicistas, neoliberalismos, capitalismos salvajes, dictaduras y dictablandas, autocracias, teocracias y videocracias..., todas con el denominador común de no permitir que nadie aprenda a pensar, sino a obedecer consignas, lemas, relatos, órdenes, sentencias. Adoctrinar, no educar.

Renacer es pensar de nuevo el mundo que nos ha traído hasta aquí, un mundo que tiene mal futuro por la senda delirante de mentiras y torpezas por la que transitamos desde hace tiempo: cataclismo ambiental, guerras, hambrunas, masacres, nacionalismos excluyentes, separatismos violentos, alienación de masas, odios tribales, venganzas, ajustes de cuentas, ombliguismo occidental... La escuela en este mundo ciego cada vez está más desconectada de la vida real y de las expectativas de las personas (Roger Schank), por eso hay que acabar con ella y construir otra.

Y si no lo creen, vean este breve vídeo de Jurgen Klaric titulado "cómo sobrevivir al sistema educativo".


                          

martes, 12 de julio de 2022

Desaprender

"Yo río por nada, con mi risa loca, y el besa mi risa besando mi boca..."

Ángela Figuera Aymerich. "Verano". Obras completas. Ed. Hiperión

 

                  INCOMPETENCIA DE APRENDER A APRENDER                 

Desaprender significa reconocer que todo lo que se ha hecho no ha dado el resultado esperado y que es momento de dejar todas las creencias aprendidas y los conocimientos pasados de moda para promover diferencias y cambios. Digámoslo de otro modo: la solución pasa por saber que lo que hay no tiene solución. De alguna manera, muchos podemos pensar algo así con lo que ha ocurrido en el sistema educativo de nuestro país: un sistema educativo corrompido desde sus principios a su organización (Lledó, E. Fidelidad a Grecia. Ed. Taurus, 2020) que sólo tendría una salida si, primero, saliéramos de él y, a continuación, montáramos otra cosa bien diferente, porque es un edificio que hace aguas por todas partes y sus cimientos son de barro.

Desaprender es abrir nuevas posibilidades para pensar cuando la realidad cierra toda opción de reflexión, es ir más allá de los callejones sin salida de las vigentes y tradicionales representaciones del mundo y del hombre (Hannah Arendt) para poder interpretar nuestro presente. El currículo escolar ha llegado a este punto crucial, a esta deadline. Es urgente reconocer su inutilidad, cancelarlo de una vez por todas, y reconstruir el discurso escolar desde nuevos parámetros: desaprender todo lo que hemos "aprendido" porque nada nos sirve, sólo nos confunde, nos ahoga y nos aboca al naufragio personal y social.

Desaprender significa abandonar las vetustas vestiduras cognitivas del currículo enciclopédico -más propias del s. XIX- y construir una educación para el s. XXI, una nueva forma de pensar la escuela. ¿Cuánto más tendremos que darnos contra el muro para darnos cuenta de que por este callejón no llegamos a ningún sitio deseable? Y hace falta una conjunción de fuerzas desde todos los ámbitos y sectores sociales para promover un verdadero cambio educativo. No lo hará en solitario el profesorado, no podemos esperar nada bueno de nuestros políticos y las familias necesitan tiempo, liderazgo e ideas claras para saber dónde ir. Ha de ser la sociedad civil al unísono la que impulse una "revolución" educativa que aglutine al país en un nuevo camino y en un nuevo contrato social. Ideas, experiencias, investigaciones..., las tenemos delante hace tiempo, sólo hemos de articularlas y darles forma para configurar una nueva manera de entender la educación y el sistema escolar. Cerrar finalmente las "cárceles y fábricas" del siglo XIX y XX y alumbrar los nuevos tiempos y espacios de nuestras instituciones educativas en los que aprender una nueva mirada, construir un nuevo futuro.

Desaprender no es fácil, es duro, es sentirse desnudo y frágil al desprendernos de las viejas telarañas cognitivas y afectivas que nos han sostenido hasta ahora. Pero desaprender es la antesala del renacer, de un renacimiento personal, ver y sentir el mundo con otros ojos. Y nadie mejor que María Zambrano para hacérnoslo comprender: Nacer sin pasado, sin nada previo a qué referise, y poder entonces verlo todo, sentirlo como deben sentir la aurora las hojas que reciben el rocío; abrir los ojos a la luz sonriendo... 

Hablando de desaprender, nada mejor que este vertiginoso monólogo de Goyo Jiménez sobre lo que nos queda por aprender de los americanos en cuestiones de sexo. Que lo disfruten.

 

                       

sábado, 9 de julio de 2022

Olvido

"Los dedos corriendo sobre la hoja quebrada de cristal, la respiración sofocada de la ciudad... el exiguo cuerpo de las palabras donde olvido la voz..."

(Al Berto. El miedo. Ed. Pre-Textos. 2007)

 

                 INCOMPETENCIA DE APRENDER A APRENDER                 

Sí, olvidar... Aunque, hasta para olvidar hay que saber qué merece la pena recordarse y qué es preferible borrar. Y no siempre acertamos. Frecuentemente, olvidamos lo que deberíamos haber conservado y mantenemos lo que nos entristece o hace daño. Incluso reconstruimos recuerdos que nunca existieron -malos o buenos- y abandonamos otros que fueron muy reales -felices o tristes-. La verdad es que somos torpes organismos de almacenamiento. No en vano somos frutos del azar de la evolución. Si no fuera así, ¿creen que muchos seguirían votando o apoyando a quienes les mienten, les matan o les roban? Cómo sobreviviríamos, si no, a tantas desgracias y tragedias. Cómo sobrevivirían, si no fuera así, los regímenes políticos basados en el olvido y en el miedo. El miedo. El miedo.

Pero se puede aprender a olvidar y, por tanto, se puede enseñar a olvidar. En cierto modo, olvidar es una forma más de aprender. Es un ingrediente interesante para una adecuada toma de decisiones. Pero no, eso tampoco está en el currículo escolar. Como todas las cosas importantes de la vida, cada uno las aprende como buenamente puede, o sea, mal, o sea equivocándose, dando traspiés: amar, tener amigos, disfrutar de relaciones sexuales, ser honestos, leales..., recordar, olvidar, tener coraje. 

Y tampoco se suele aprender en la familia, mucho menos en las actuales, tan entretenidas en las redes, la búsqueda del ocio inmediato, el trabajo precario, la consecución del éxito que nunca llega... Saber lo que debemos olvidar y lo que no. Difícil tarea. Mimar aquellos recuerdos que debemos conservar y eliminar aquellos que no. Toda una vida para equivocarse y no terminar de aprender nunca, morir al cabo boquiabiertos y asombrados.

Al menos saber que lo más importante cuando se abandona la escuela, el instituto, la universidad... es empezar a desaprender la cantidad de imbecilidades y torpezas que nos obligaron -obligamos- a memorizar, a ejecutar, a asumir como si fueran parte de nuestra personalidad, cuando no eran más que pegotones de sucio barro, ahora resecos y malolientes. Olvidar lo aprendido. Claro que sí. Coraje, no miedo, es lo que hace falta para poder hacerlo... y renacer. 

Tenemos todo un verano para reflexionar y, si es necesario, darle la vuelta a la tortilla de una vez por todas. Olvidar la escuela. Volver a aprender. Renacer. Y nada mejor que el humor para hacerlo. Aquí les dejamos con el gran Leo Harlem y un monólogo para reventar.

 

                       

jueves, 7 de julio de 2022

Memoria

"Las olas rompían una a una, yo estaba sola con la arena y con la espuma del mar que cantaba solo para mí"

(Sophia de Mello Breyner Andresen. Dia do mar. Ed. Assírio & Alvim)


                 INCOMPETENCIA DE APRENDER A APRENDER                

No hay nada más falaz y traicionero que la memoria humana. Por eso hubo necesidad, desde el principio de los tiempos, de registrar lo más fielmente posible los hechos que acontecían, para que no se olvidaran o cualquiera pudiera desvirtuarlos al ser transmitidos a las siguientes generaciones. Primero fueron los registros gráficos y orales y, más adelante, se añadieron los escritos o videográficos. Todos ellos son recursos imprescindibles para la reconstrucción objetiva y científica de cada momento histórico. Aún así, siempre existirán intentos -desde distintas instancias y poderes- de apropiarse de lo que se llama el "relato", esto es, de imponer una subjetiva y parcial visión de los hechos con el fin de sacar ventaja política, económica o social. Cuentos, mitologías, falsedades, que se introducen incluso en los libros de texto con enorme desvergüenza.

Paradójicamente, mientras hoy se defiende torticeramente la imposición por ley de una sesgada "memoria democrática", desdeñando los testimonios directos y las numerosas investigaciones históricas realizadas y publicadas a partir de la Guerra Civil (Hugh Thomas, Antony Beevor, Ángel Viñas, Jorge M. Reverte, Manuel Chaves Nogales, Arturo Barea, Manuel Azaña, etc...), se menosprecia la importancia de la memoria en la educación de los jóvenes.

Parece no distinguirse entre educación de la memoria y memorismo o enseñanza memorística. La memoria es una capacidad humana esencial, es un instrumento funcional que nos permite vivir a diario, reconocer a las personas y construir nuestra personalidad. El memorismo, por el contrario, es utilizar en la escuela dicha capacidad con escasa o nula utilidad. Memorizar por memorizar, esto es, para reproducir mecánicamente una información o un dato -la clásica lista de los reyes godos- pero sin haber aprendido nada significativo. Eso no tiene ningún sentido, es una pérdida de tiempo, sin duda.

Y tan importante como la memoria es la capacidad de olvidar, sintetizar o generalizar. El olvido también nos sirve para seguir viviendo. Recuerden, si no, el infierno que sufría el protagonista del cuento de Borges titulado "Funes el memorioso". Pero saber qué debe recordarse y qué debe olvidarse es uno de los aprendizajes humanos más comprometidos que debería formar parte de cualquier proceso educativo. Y no digamos de cualquier realidad política o social. Desconfíen, pues, y enseñen a desconfiar, de cualquiera que quiera implantar una determinada memoria, aunque la llamen democrática. Porque seguro que no será ni memoria ni democrática, sólo populismo barato.

Y es que hay momentos para recordar y momentos para olvidar. Si no, vean el siguiente vídeo de José Mota sobre nuestro insigne pintor Velázquez.