INCOMPETENCIA DE APRENDER A APRENDER
40 años y ocho leyes orgánicas -más cientos de decretos y órdenes- han sido inútiles para meterle mano a un problema que era evidente ya desde los inicios de la transición democrática -finales de los 70-. ¡Ya hay que ser incapaz! Ni derechas ni izquierdas han tenido la valentía y la claridad de ideas para, primero, saber que la clave de bóveda para construir un nuevo sistema educativo de calidad pasa inexcusablemente por una buena formación del profesorado y, segundo, que la situación heredada de la dictadura exigía abordar una reforma en profundidad tanto de la inicial, en manos de las universidades, como de la permanente, en manos de las CCAA. Con la inicial se intentó a finales de los 80, pero hete ahí que el muro de los privilegios universitarios -autonomía universitaria la llaman- fue inexpugnable y ningún gobierno tuvo arrestos para derribarlo. Como si la universidad pública española fuera el adalid de la excelencia y no hubiese necesidad de haber acabado con un sistema endogámico y fracasado y que, salvo excepciones, ni cuarenta años después se encuentra entre los mejores de Europa ni del mundo.
En esas fechas, década de los 80 del siglo pasado, en el seno del grupo de expertos designados por el Ministerio de Educación, la pugna entre insignes pedagogos e insignes psicólogos fue ganada finalmente por los psicólogos -Álvaro Marchesi y César Coll, entre otros- que diseñaron una reforma barata y mediocre, lo que encantó al PSOE de entonces. Pero, justo por eso, era una reforma que nacía muerta: la LOGSE. Mientras que los pedagogos de ese grupo -Ángel Pérez y José Gimeno, entre otros...- defendían que había que empezar por el profesorado (formación inicial, reestructura de cuerpos docentes, carrera docente...), los psicólogos plantearon la reforma de los papeles (currículos oficiales, sesgo psicologicista de la Educación, proyectos de centros...) pero sin afrontar el problema del profesorado. Se optó así por realizar una reforma educativa SIN el profesorado -escaldados los socialistas por los problemas que había dado la experimentación de la reforma que se llevó a cabo en muchas CCAA al darle voz a los docentes; una voz que no tuvieron reparo en ignorar cuando se negoció en los despachos lo esencial de la LOGSE en cuanto a estructura y currículo del nuevo sistema educativo. Se adoptó así por el PSOE un sucedáneo barato del más famoso lema paternalista del despotismo ilustrado: TODO PARA EL PUEBLO..., PERO SIN EL PUEBLO.
El diseño de los psicólogos del grupo de expertos contaba, además, con la ventaja de que no había que meterle mano a la universidad, -al contrario, con la Ley de Reforma Universitaria (1983) se consolidaron sus privilegios- con lo que los políticos socialistas se ahorraban problemas en una época social convulsa (huelga del profesorado y del alumnado). Quizás pensaron estratégicamente dejarlo todo para después, pero el después nunca llegó. De este modo, se perdió la primera oportunidad real -desde la II República- de haber dotado al sistema educativo español de un profesorado -en todas las etapas- bien formado y sobre el cual habría de descansar toda la arquitectura curricular y organizativa que se pudiera plantear después. Se primaron las prisas, los cálculos electoralistas y el ahorro económico. De hecho, la propia LOGSE nunca estuvo bien financiada ni siquiera para los objetivos estructurales que se plantearon entonces: aumento de la escolaridad obligatoria hasta los 16 años -una imposición europea, por cierto- y la reorganización de la red de centros educativos. Además, tampoco se puso en cuestión la existencia del doble circuito de la enseñanza pública y la concertada -debate cerrado por la anterior LODE (1985) socialista- porque, simultáneamente, evitaba problemas con la Iglesia Católica y salía más barata al Estado -de nuevo el ahorro.
Ninguna ley educativa posterior retomó el problema pendiente de la deficiente formación inicial del profesorado español y se nos quiso vender que la formación permanente -nucleada alrededor de los llamados Centros del Profesorado- vendría a rellenar sus lagunas, lo que siempre fue -y ya entonces se sabía- algo imposible. Para colmo, bien pronto los CEP pasaron de ser un centro a disposición de las necesidades formativas del profesorado a considerarse sucursales del ministerio y/o de las consejerías para articular sus redes clientelares y sus estrategias de propaganda, eso sí, a cambio de pagar más a aquellos que necesariamente habrían de acercarse si querían cobrar los nefastos "sexenios" que, por cierto, todavía están en vigor. Lamentable.
Conclusión: en cuanto a la formación del profesorado, ninguna ley educativa, ni roja ni azul, ha hecho nada relevante para mejorarla en 40 años, de ahí que todas hayan sido igual de inútiles. Y para finalizar con este breve repaso histórico, no nos hemos hemos olvidado de los anteriores CAP ni de los actuales másteres para el profesorado de Ed. Secundaria: eran -y siguen siendo- tan malos o más que la propia formación inicial. Eso sí, suponen otro ingreso financiero más para una universidad que, en materia de cómo viene (mal)formando a los futuros docentes no universitarios, solo se merecería que despidiésemos al 80 % de su plantilla o, mejor, que echáramos el cerrojo. Solo así sería posible empezar de nuevo con otra estructura formativa y un personal cualificado. ¿Se imaginan que los médicos, los arquitectos o los economistas, por ejemplo, fueran formados, mayoritariamente, por profesionales que nunca hubieran trabajado de médicos, ni de arquitectos, ni de economistas? ¿Se imaginan de que nos serviría invertir en muchos hospitales con buenos recursos si los médicos no estuvieran bien formados? Pues eso es lo que pasa hace 40 años con la formación inicial del profesorado no universitario en España. Y así no podemos ir a ningún lado que merezca la pena. Las alternativas están muy claras desde hace décadas, la cuestión no es de concepto ni de falta de modelos eficaces, tanto europeos como mundiales, sino de liderazgo, honradez y valentía políticas. Y ahí de nuevo nos topamos con los rojos y con los azules. Una lástima.
Pero no todo está perdido mientras podamos seguir escuchando al tristemente desaparecido Ken Robinson en una de sus magistrales charlas TED en la que aborda, entre otros temas, el de la formación de los docentes. Una delicia su sentido del humor y su sentido común. No se desanimen. Siempre hay esperanza de escapar del Valle de la Muerte.
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