domingo, 24 de julio de 2022

Desconectar: enamorados de la irrelevancia.

"Se llama tiempo a muchas cosas: pero la duración de la playa es la más incomprensible".

Carlos de Oliveira. Entre dos memorias. Ed. Calambur.

 

                  INCOMPETENCIA DE APRENDER A APRENDER                   

No sólo la escuela está cada vez más desconectada de la realidad. Es la ciudadanía toda la que se va alejando de lo real y se va entregando a lo virtual. Las "pantallitas" son una droga tan poderosa que nos tienen embobados. Mientras, la vida pasa por delante de nuestras narices y ni nos damos cuenta. Cierto que aportan información puntual e incluso conocimiento, pero generan más "desinformación" y pérdida de tiempo que otra cosa, cuando no problemas sociales y personales. La trampa de los algoritmos la conocemos pero no es fácil sustraerse a ella. Niños, adolescentes y adultos quedan atrapados en la red cada vez más tiempo, la consumen como un estupefaciente legal, embotando sus sentidos y su capacidad de pensar. 

Frente a eso, es difícil que la escuela de una respuesta eficaz. Sobre todo cuando es uma escuela que sigue instalada en el modelo fabril del s. XIX y principios del XX. Aún es peor cuando queriendo adoptar la modernez del XXI introduce las nuevas tecnologías sin asomo de crítica, plegándose a los requerimientos del mercado y de las grandes corporaciones que las monopolizan.

Quizás no se trate tanto de volver a la cabaña de Thoreau para aislarse del mundo, o de retirarse a dormir a base de pastillas anestesiantes como hace la protagonista de la novela de Ottessa Moshfegh, pero sí ser conscientes de que por el camino que vamos o redefinimos nuestro papel en el mundo o formaremos parte del problema. Quizás ya seamos el problema. 

Así que desconectar constituiría el primer paso para la salvación. No la solución, pero si un buen principio. Parafraseando aquella frase de la película Philadelphia, "¿cómo llamarían a 1.000 informáticos atados juntos en el fondo del mar?: un buen comienzo". Y si la escuela actual es incapaz de verlo, mejor sería que desapareciera e inventáramos otra cosa.

Ahora que estamos en verano aprovechen para hacer justo lo contrario de lo que seguramente están haciendo: desconéctense, abandonen las pantallas y los auriculares y sustitúyanlos por caras, olores, sabores y sonidos naturales, charlas reales y paisajes. Quizás ya sea tarde para muchos pero, al menos, salvaguardemos a los más pequeños. Les dejamos con esta interesantísima entrevista de Catherine L´ecuyer sobre los efectos de las pantallas en la infancia: enamorados de la irrelevancia.


                       

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