sábado, 9 de julio de 2022

Olvido

"Los dedos corriendo sobre la hoja quebrada de cristal, la respiración sofocada de la ciudad... el exiguo cuerpo de las palabras donde olvido la voz..."

(Al Berto. El miedo. Ed. Pre-Textos. 2007)

 

                 INCOMPETENCIA DE APRENDER A APRENDER                 

Sí, olvidar... Aunque, hasta para olvidar hay que saber qué merece la pena recordarse y qué es preferible borrar. Y no siempre acertamos. Frecuentemente, olvidamos lo que deberíamos haber conservado y mantenemos lo que nos entristece o hace daño. Incluso reconstruimos recuerdos que nunca existieron -malos o buenos- y abandonamos otros que fueron muy reales -felices o tristes-. La verdad es que somos torpes organismos de almacenamiento. No en vano somos frutos del azar de la evolución. Si no fuera así, ¿creen que muchos seguirían votando o apoyando a quienes les mienten, les matan o les roban? Cómo sobreviviríamos, si no, a tantas desgracias y tragedias. Cómo sobrevivirían, si no fuera así, los regímenes políticos basados en el olvido y en el miedo. El miedo. El miedo.

Pero se puede aprender a olvidar y, por tanto, se puede enseñar a olvidar. En cierto modo, olvidar es una forma más de aprender. Es un ingrediente interesante para una adecuada toma de decisiones. Pero no, eso tampoco está en el currículo escolar. Como todas las cosas importantes de la vida, cada uno las aprende como buenamente puede, o sea, mal, o sea equivocándose, dando traspiés: amar, tener amigos, disfrutar de relaciones sexuales, ser honestos, leales..., recordar, olvidar, tener coraje. 

Y tampoco se suele aprender en la familia, mucho menos en las actuales, tan entretenidas en las redes, la búsqueda del ocio inmediato, el trabajo precario, la consecución del éxito que nunca llega... Saber lo que debemos olvidar y lo que no. Difícil tarea. Mimar aquellos recuerdos que debemos conservar y eliminar aquellos que no. Toda una vida para equivocarse y no terminar de aprender nunca, morir al cabo boquiabiertos y asombrados.

Al menos saber que lo más importante cuando se abandona la escuela, el instituto, la universidad... es empezar a desaprender la cantidad de imbecilidades y torpezas que nos obligaron -obligamos- a memorizar, a ejecutar, a asumir como si fueran parte de nuestra personalidad, cuando no eran más que pegotones de sucio barro, ahora resecos y malolientes. Olvidar lo aprendido. Claro que sí. Coraje, no miedo, es lo que hace falta para poder hacerlo... y renacer. 

Tenemos todo un verano para reflexionar y, si es necesario, darle la vuelta a la tortilla de una vez por todas. Olvidar la escuela. Volver a aprender. Renacer. Y nada mejor que el humor para hacerlo. Aquí les dejamos con el gran Leo Harlem y un monólogo para reventar.

 

                       

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