martes, 26 de octubre de 2021

Programación y cadáveres

"Después los dos seremos un solo y puro vacío misterioso. La sosegada música inaudible."

(Elegía a M.B. Francisco Brines. Antología. Alianza Ed., 2020)

 

                     INCOMPETENCIA DIGITAL                   

La semana pasada hemos conocido una nueva demanda para el currículo escolar: ¡hay que enseñar a programar a nuestros jóvenes cuanto antes! El CEO de la organización Code.org, apoyado, por lo visto, por todo el espectro político español, considera que hay que enseñar programación desde la educación primaria. Esto es, que hay que introducir una nueva asignatura escolar al inflado currículo que ya soportamos. No es que no estemos de acuerdo con que el currículo actual esté desfasado, obsoleto y anticuado, y que, por tanto, sea necesario reformarlo en gran medida, pero ¿de verdad es la programación una enseñanza prioritaria? ¿desde qué punto de vista? ¿el de este empresario de la computación? ¿el de las empresas tecnológicas? Realmente, no estamos seguros de que sea una prioridad, y mucho menos en el barrio de las Tres Mil Viviendas de Sevilla, uno de los más pobres de España y de Europa. ¡Qué disparate! ¡No tienen qué comer, ni sus padres trabajo ni futuro, rodeados de miseria, delincuencia y drogas, pero le van a enseñar a programar a sus hijos! Incluso la Junta de Andalucía ya ha acuñado oportunamente un nuevo pogramita: el programa Impulsa. ¡Virgen Santa! A todos les encanta la propaganda.

Simultáneamente, desde el mes pasado han llegado decenas de cadáveres a las costas españolas procedentes de pateras naufragadas; hombres, mujeres y niños pequeños flotaban en el mar y yacían en las playas. Ya ni son noticia en nuestras adormecidas conciencias. ¿Qué tiene que ver esto con el currículo ni con la programación?, dirán ustedes. Pues mucho. Qué creen que sería más prioritario, puestos a modificar el currículo actual -y no contesten lo fácil, o sea, las dos: ¿la capacidad de programar o la capacidad de educar a personas que no se muestren indiferentes ante la dramática situación de aquellos que huyen de la miseria o la guerra? Es evidente que la tecnología, la informática o las redes de comunicación son necesarias pero no sólo no han acabado con la intolerable desigualdad de nuestro mundo actual sino que la han agrandado aún más. La impúdica ventana que ofrece internet en todas las culturas y países la ha hecho aún más descarnada y cruda, pues los que no tienen nada -y lo sufren todo- asisten al espectáculo obsceno de cómo, a veces, a tan sólo escasos kilómetros de sus miserables vidas, otras vidas son vividas de manera plena, segura y sobrealimentada. 

Claro que hay que acabar con el currículo escolar actual, tan estúpido, inflado y rancio, pero no a costa de hacerlo aún más estúpido e injusto. Es necesario repensarlo desde muchos puntos de vista -no sólo desde el negocio- pero, sin duda alguna, es urgente hacerlo desde una educación cívica, ética y moral apropiada para el siglo XXI, desde el cuestionamiento de una sociedad anestesiada, injusta y cruel, incapaz de entender que todos vivimos en el mismo mundo, que los recursos y la riqueza deben compartirse y que el drama de tantos no nos puede ser ajeno. Si no es así, el nuevo currículo que pretendamos enseñar a nuestros jóvenes, este estúpido interés en la enseñanza de la programación como liberadora de los más pobres, sólo contribuirá a hacer aún más cruel y terrible el oscuro futuro que nos espera.

Ojo, no estamos hablando para nada de meter una nueva asignatura de Ética o de Educación Cívica, otra pantomina más, otro adorno inútil, sino de configurar una arquitectura curricular completa -que afecte realmente a todo el horario disponible y a todas las materias de enseñanza- que haga de la educación moral y cívica un principio irrenunciable en una enseñanza orientada a la construcción de un mundo más justo y solidario. ¿Utópico quizás? ¡Y qué! ¿Creen, realmente, que no es cada vez más necesaria la utopía educativa en este mundo tan egoísta y violento? Pues eso.

Para finalizar, les dejamos con estas cuatro piezas de museo, cuatro, defendiendo el proyecto Code.org. Que estos cuatro estén de acuerdo en algo pone los vellos de punta. ¿Cuánto dinero y cuántas trampas habrá detrás del tinglado?


                     

¿Quieren saber quiénes más apoyan este proyecto? Ahí tienen a otras figuras espeluznantes por lo que suelen hacer las empresas que crearon o en las que trabajan. Son billonarios inmensamente ricos y poderosos, pero eso sí, se nos presentan como unos filántropos bondadosos que lo único que desean es ayudar a los pobres. ¡Qué bonito! Nos dan ganas de llorar.


                   

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