martes, 28 de junio de 2022

La docencia: un arte funambulista

Un artista del trapecio (...) había organizado su vida del tal manera (...) que, mientras trabajaba en la misma empresa, permanecía día y noche en el trapecio. Todo lo que el artista necesitaba lo subían y bajaban en cestillos concebidos a tal efecto.

Franz Kafka

 

                INCOMPETENCIA CULTURAL Y ARTÍSTICA              

Insistimos mucho en este blog sobre la importancia de la formación inicial del profesorado en nuestro país. Y a fuer de pesados, no nos resistimos a seguir resaltando que es uno de los problemas más graves que arrastra nuestro sistema educativo desde la transición democrática de finales de los años 70 del siglo pasado, y ninguna de las ocho leyes orgánicas que han tratado de "mejorarlo" lo ha abordado con seriedad. De hecho, no han contribuido en nada consistente, sólo propuestas cosméticas y poco más (El nuevo máster de secundaria no llega ni a eso). Y así nos encontramos aún hoy empantanados en un sistema educativo fracasado -porque ninguno puede ser mejor que su profesorado- y bien lejos de las ilusiones que nos hacíamos algunos de romper definitivamente con la educación autoritaria, meapila y mediocre que heredamos del franquismo. Qué lejos estamos de aquellos intentos de transformación moderna que supusieron los primeros años de la II República española, que entre todos la mataron y ella solita se murió.

Pero, en fin, dejémonos de nostalgias, la cuestión es: ¿qué profesorado se necesita hoy en pleno s. XXI? Pues uno que aún no existe. Veamos. 

Lo que necesitamos son verdaderos "artistas" de la docencia, como hemos señalado en entradas anteriores. Y eso no se logra de un día para otro. Se hace necesario, pues, una labor sostenida y firme durante varios años o décadas para alumbrarlo. ¿En qué dirección? Pues aquí van algunos apuntes, aunque sean a contracorriente:

a) Se necesitan docentes "vocacionales". Sí, ya sabemos que se trata de una palabra proscrita por el nuevo (?) vocabulario psicoeficientista. Pero la docencia es una profesión muy exigente, como todas aquellas que trabajan con personas para ayudarlas, sanarlas o educarlas; por tanto, necesita de profesionales motivados que asuman su difícil papel social y personal, no de aquellos que, por no encontrar trabajo, se ven impulsados a descubrir en la docencia una "vocación tardía" o un refugio para sobrevivir. Las entrevistas iniciales, practicadas por algunos países, para aceptar el ingreso de los futuros docentes en las facultades pedagógicas, más allá de sus notas o de sus expedientes académicos, además de un seguimiento efectivo -y no burocrático- de sus prácticas de aula, podrían ser elementos para una selección adecuada. Porque, ¿cuántos docentes conocemos que no les gusta su trabajo?

b) Se necesitan docentes con una personalidad equilibrada y positiva. La docencia trabaja con conocimientos pero, también, con emociones y sentimientos. Además está sujeta a resolver a diario problemas de actitudes y comportamientos de niños y jóvenes que pondrán a prueba su firmeza y equilibrio mental. Sólo desde una lograda madurez personal y profesional pueden encararse estos retos con garantía de que la docencia no se convierta en una fuente inagotable de amargura y soledad. Porque, ¿cuántos docentes conocemos que presentan problemas de salud mental y de relación social que les impiden ejercer bien su profesión?

c) Se necesitan docentes ilusionados y curiosos. Nadie puede transmitir ilusión a otra persona que aprende si no lo está por su profesión de enseñante. Y si el propio docente no valora lo que hace, es imposible que transmita nada valioso. La enseñanza es un arte que se realiza con el concurso de personas que se comunican para aprender juntos: la indagación, la curiosidad, la formulación de preguntas, la autoconfianza, serán elementos claves para poder ejercerla. Y, ¿cuántos docentes conocemos aburridos de sí mismos y de lo que hacen cada día en sus clases?

d) Se necesitan docentes bien formados, desde la educación infantil hasta la secundaria o la formación profesional. Se ha unificado la duración de los grados universitarios para la formación del profesorado de todas las etapas pero esta formación queda bien lejos de ser la adecuada. Los programas de estudios están obsoletos y, además, muchas de las materias son impartidas por profesorado sin experiencia contrastada en las etapas educativas para las que forman. Se junta el hambre con las ganas de comer. El resultado: una formación mala, mediocre y libresca; incompetentes forman a incompetentes. Por el contrario, hoy día la formación inicial debe ser exigente y actualizada -psicología, didáctica, sociología, derecho, filosofía, ciencias, lingüística, etc...- y conectada desde el inicio con prácticas habituales y tutorizadas en el aula.

No podemos ser exhaustivos, pero está claro que si deseamos una educación de calidad necesitamos un profesorado de calidad: bien formado, dignificado y bien pagado. Enseñar es un arte funambulista, el docente está permanentemente guardando equilibrios complejos con riesgo de caer en cualquier momento. Y para no morir en el intento necesita una "red" que lo proteja. Y la mejor red no será otra que una exigente formación inicial que preserve su salud y su autonomía profesional. Todo lo demás son parches, ocurrencias y propaganda. Y con eso ya sabemos que no vamos a ningún sitio. Bueno, sí, al sitio donde se encuentra el profesor del siguiente vídeo de José Mota.


                       

No hay comentarios:

Publicar un comentario