domingo, 24 de junio de 2012

¿Es posible ser más incompetente?


INCOMPETENCIA DE COMUNICACIÓN LINGÜÍSTICA


La vida juega en la plaza
con el ser que nunca fui.

Alejandra Pizarnik. La de los ojos abiertos. La última inocencia.


Es desesperante lidiar -torear en todas las suertes- con la normativa andaluza y las sucesivas orientaciones emanadas por nuestra administración educativa, de nuevo en manos de los de siempre. Pero las ocurrencias no parecen tener descanso ni tampoco parece que la sensación de ridículo resida en el equipamiento cognitivo y moral de los "lumbreras" políticos de Torretriana.

Sin reconocer aún -pese a las múltiples evidencias- que el programa de gratuidad -universal- de los libros de texto es una de las líneas más equivocadas -y caras- de la Consejería de Educación de Andalucía -y que tantas veces hemos argumentado aquí-, todavía siguen parcheándolo abundando si cabe más en el disparate. Recientemente, han enviado a los centros escolares andaluces unas "orientaciones" que no tienen desperdicio, eso sí, en connivencia con las asociaciones afines de padres de alumnos y la propia inspección central que se ha prestado -como no- a esta pantomima, en vez de tener una voz propia en todo este desastre, salvaguardando así su supuesto papel técnico independiente establecido por normativa. Desgraciadamente, durante estos treinta años la Consejería ha ido despojando a la Inspección Educativa de toda función relevante y la ha relegado a ser mera comparsa del poder -cuando no en verdadera "comisaría política" para meter en cintura a todos aquellos centros o directores o profesores que osan salirse del guión establecido por el régimen. ¡Qué pena de inspección técnica!


Pero a lo que vamos. Como el programa de gratuidad de los libros de texto hace aguas por todas partes desde que se implantó en pleno periodo zapateril, tienen que remendarlo cada año con nuevas orientaciones e instrucciones que aclaren cómo deben los centros interpretar correctamente la deficiente normativa que lo desarrolla. De este modo, parche sobre parche, aparecen ahora estas "orientaciones" que tratan de evitar que los centros manden comprar otros materiales didácticos -cuadernillos, material de dibujo, ropa de deporte, libros de lectura...- más allá de los libros de texto, evitando así que las familias hagan ningún gasto superfluo. Y siguiendo con las ocurrencias, las orientaciones señalan a los inspectores como los "guardianes" de la gratuidad siendo los que autorizarán o no que los alumnos deban comprar un libro, un cuadernillo o unas calzonas, dándoles esta nueva e interesante función educativa a la vista de que ya los han despojado de facto de todas aquellas propias del cargo: planificación, supervisión y control, asesoramiento técnico y evaluación real -no la burocrática en la que los han metido- del sistema educativo, no vaya a ser que emitan informes donde sea la propia Consejería de Educación la que aparezca como principal responsable del desastre que puede observarse en muchas de sus iniciativas políticas y en el funcionamiento de los centros educativos.

Y así, mientras la mayoría de los alumnos de secundaria -y muchos de primaria- son portadores de móviles y mp4, portátiles o ropa de marca que ya quisieran tener muchos profesores, éstos tendrán que rogar al inspector de turno si les permite que las familias puedan comprar un determinado libro de lectura, o un cuadernillo de ejercicios o un compás... ¡Brillante! Pero el problema que origina estas "orientaciones" no es que algunos centros abusen de estos "encargos" con firma -para eso está la inspección precisamente, para prevenir, sugerir y actuar en casos concretos- sino la política educativa de la gratuidad universal que tira el dinero del contribuyente igualando erróneamente las necesidades de una familia pudiente con las de una con todos sus miembros en paro. En vez de potenciar un sistema de becas para compra de material didáctico dirigido a aquellas familias que no pueden verdaderamente comprar los libros de texto y para que el alumnado, además, cuide mejor sus materiales -mejora mucho cuando éstos son suyos-, pueda subrayar y realizar ejercicios en el mismo libro -que ahora no puede- y evite el follón organizativo que supone para los centros la entrega, supervisión y recogida de los miles de libros de texto del alumnado -y las peleas, pérdidas, deterioro y almacenaje que genera tanto texto-, decíamos, en vez de acabar con todo este despilfarro de dinero y energías, tienen que "entretenernos" cada curso con orientaciones que corrijan un Programa de gratuidad que ya debería haberse retirado y del que, curiosamente, no se ha encargado, por ejemplo a la inspección educativa, ninguna evaluación fehaciente de lo que está pasando con todo este desastre en los centros.

Nos consta que la mayoría de los centros educativos -si no todos- son muy conscientes de lo que piden a las familias de sus alumnos, y en zonas empobrecidas o con familias que lo están pasando mal, son los primeros que articulan estrategias y medidas para buscar materiales gratis hasta debajo de las piedras con el fin de no abusar de los que menos tienen. Si la Consejería conociera estas iniciativas se abstendría de hacer el ridículo con "orientaciones" como estas, y la inspección central, se dedicaría a menesteres más propios de su importante función supervisora y asesora.

Mientras los centros se suben por las paredes obligados a rogar lo mínimo exigible para desarrollar una buena enseñanza, ahí les dejamos con los "compadres" vestidos de toreros en "No, ni ná", para que se rían un rato cuando se echen mano al bolsillo y noten el nuevo recorte que les han dado estos responsables políticos de izquierdas que se han bajado sólo un 7,5% de sus sueldos, mientras los empleados públicos ya van por el 20% ¡Eso es arte! ¡Y encima quieren que sigamos trabajando igual!:





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