domingo, 9 de septiembre de 2012

La autonomía de los centros: una mentira mil veces escrita.


INCOMPETENCIA DE AUTONOMÍA E INICIATIVA

Son líneas sin sentido
éstas que trazo.
Yo mismo no comprendo
que es lo que dejo en ellas.

José Hierro. Remordimiento. Cuanto se de mi.

El vocablo "autonomía" se ha convertido en otro de los "lugares comunes" que aparecen en todo discurso político sobre la Educación y en toda norma escrita publicada desde la Ley de 1970. Se ha pronunciado mil veces y se ha escrito un millón en el BOE y en el BOJA, pero sigue siendo una palabra huera de significado, una falacia en la que no cree nadie que dirija la Educación de este país y de esta comunidad autónoma. Pruebas hay a miles. La más general: la imposibilidad que tienen los centros escolares de tomar decisiones que afecten significativamente a su organización, a su funcionamiento o a su currículo. Todo está decidido y cerrado de antemano por la Administración -y lo que no lo está siempre hay un listo/a en consejería o en delegación que lo cierra mediante las oportunas instrucciones u orientaciones... de obligado cumplimiento. De este modo, los centros se limitan a ejecutar -qué palabra más acertada- lo que viene de arriba para no meterse en problemas, sea lo que sea, aunque sea tapándose la nariz ante la estupidez y los desmanes de unos y de otros.

De la poca o nula autonomía de los centros da fe la escasa y penosa participación -ni siquiera votando en las elecciones- de las comunidades educativas en los Consejos Escolares: saben perfectamente que no hay nada que decidir realmente en este órgano de (no)decisión y de ahí la huída y la desresponsabilización del personal, certificando así su muerte democrática y representativa. Pero, lo más triste, es cuando tratan de tomarse en serio las competencias del mismo y ponen en cuestión mínimamente a ese listo/a de la delegación o de la consejería. En esos pocos casos se suele utilizar a la inspección -penoso papelito- para mandá pará -como el comandante de la trova cubana-, o también para manipular, amenazar y humillar a su antojo a la dirección del centro con el fin de salirse con la suya o para "castigarlo". No hay docente que no haya conocido in situ a lo largo de su vida profesional verdaderas pasadas -de todo tipo- protagonizadas por la consejería o la delegación o la inspección en estos casos, como tampoco hay docente que no haya conocido a profesores absentistas, sinvergüenzas y/o flojos a los que ni la inspección ni la delegación ni la consejería han logrado poner en su sitio -que podría ser en la puta calle (con perdón) o mediante la expulsión del centro con pérdida de destino como se hace con el alumnado, dejando al centro a merced del sinvergüenza. Desgraciadamente, la arbitrariedad -que no la profesionalidad- suele presidir todavía, la mayor parte de las actuaciones relacionadas con la autonomía y el funcionamiento de los centros educativos.

El último episodio lo tenemos con lo sucedido en el CEIP "Gloria Fuertes" de Castilleja de la Cuesta, una pequeña población del Aljarafe sevillano. Una actuación desmedida e injustificable por parte de la inspectora del centro, apoyada inexplicablemente por la Jefatura de Inspección de la Delegación Provincial, ha desoído la decisión de toda una comunidad educativa por desavenencias personales entre dicha inspectora y el director del centro, imponiendo al mismo un director de fuera del claustro de profesores en contra del parecer de todos los sectores del profesorado y de las familias. Vamos, una situación con toda la pinta de constituir una cacicada estúpida del tipo "aquí mando yo". Esto es lo que suele pasar cuando un equipo directivo o una comunidad escolar chocan con la arbitrariedad de una actuación inspectora, que la autonomía y la democracia -y el sentido común- salen por la ventana. De este modo, los centros y los docentes, acostumbrados a que la administración salga por peteneras cada vez que hacen uso legítimo y responsable de su autonomía organizativa y pedagógica, acaban por desistir desmoralizados y se limitan a sobrevivir ocultando a la administración la mayor parte de las decisiones que toman frente al aluvión de estupideces emanadas de las normas educativas y de quienes se encargan de que se cumplan. Si bien esto, a la postre, conforma una mediocre uniformidad en el funcionamiento de los centros, muy lejos de la tan reclamada calidad educativa en la gestión de los mismos de acuerdo con sus contextos socio-familiares.

No nos resistimos a poner otra versión del Inspector/Hitler y los suspensos dedicado a todos aquellos centros y profesores a los que las mal-llamadas comisiones técnicas de reclamaciones les han cambiado un suspenso por un aprobado sin realizar ninguna justificación educativa ni de procedimiento que lo avale. Que no se molesten, eso sí, aquellos inspectores que contra viento y marea logran sobrevivir en las delegaciones provinciales sin menoscabo de su salud mental ni de su dignidad profesional. Con ellos no va esta película.





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