INCOMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA
Si la formación inicial del profesorado es deficiente no hay sistema de oposiciones que la mejore. Todo lo más, dichas oposiciones son una especie de selección negativa, esto es, una selección entre personas poco competentes. Por desgracia, un tipo de selección muy frecuente en los partidos políticos y así nos va. Pero, además, es que nuestro sistema de oposiciones para ingresar en la función pública docente es pésimo. Como afirma Miguel Sánchez Morón, catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de Alcalá, que lleva años reclamando una reforma del sistema, “el sistema de oposiciones español, que básicamente es el mismo desde hace más de un siglo, pone demasiado el acento en las pruebas de exposición oral o escrita de unos temas incluidos en un baremo más o menos amplio, por lo que exige sobre todo un esfuerzo memorístico. Por ello, no valora otras competencias o habilidades de los candidatos, como la capacidad de enfrentarse a problemas y resolver supuestos prácticos, la de trabajar en grupo o el compromiso con el servicio”. Además, para colmo, es un sistema costoso y muy poco eficiente.
Esta afirmación puede aplicarse perfectamente al caso de las oposiciones docentes. El perfil de competencias profesionales que valora el actual sistema de oposiciones está desfasado desde hace décadas. Está pensado para una educación rancia basada en la memorización, la exposición oral del docente y la disciplina cuartelera de hace siglos. Hace años que no tiene nada que ver con las competencias, teóricas y prácticas, que requiere un docente actual a pesar del atraso que arrastra el sistema educativo español y andaluz como hemos visto en entradas anteriores. De este modo, buenos candidatos docentes son suspendidos en ellas y perfectos merluzos -profesionalmente hablando, claro- las aprueban. Todos conocemos muchos ejemplos. Pero nadie ha movido un solo dedo, ni por la derecha ni por la izquierda, para acabar con este espantajo.
Ahora, curiosamente ahora, el gobierno de Sánchez plantea una reforma del sistema de oposiciones para el acceso a la función pública pero sin saber dónde va. Mucho nos tememos que, tal y como está el patio político, se mareará la perdiz y poco más. Porque una reforma de este calado debe contar con un consenso político y sindical mayoritario y no vemos que esté el horno para bollos. Sólo así se podrá adoptar un sistema transparente que no suscite desconfianza y que gire sobre las nuevas competencias profesionales que deben haber adquirido los futuros docentes: vocación y compromiso por la educación, capacidad de trabajo en equipo, manejo de grupos, atención a la diversidad, resolución de problemas prácticos, etc. Si nuestros políticos han sido incapaces de modificar los temarios ¡DE LA LOGSE! (1990) aún vigentes después de casi 30 años, no digamos lo inútil que será este globo sonda lanzado recientemente por el ministro bailarín Iceta. Una pena. Qué extraño se nos hace, en este contexto, que países como Finlandia no tengan oposiciones docentes ya que la selección la realiza en la exigente formación inicial del profesorado y, una vez fuera, los docentes solo tienen que ser contratados por los centros de enseñanza.
Ahí está la clave: mejorar la formación inicial del profesorado, seleccionar bien al COMIENZO, debería acabar con la necesidad de oposiciones. Volvamos al principio de la entrada. Por mucho que parcheemos cambiando temarios, inventando MIR docentes, alterando sistemas de pruebas escritas y orales, complicando los baremos de méritos, etc... la "mona seguirá siendo mona" aunque la vistamos de seda con el BOE, esto es, seguiremos seleccionando entre candidatos mal formados y no solucionaremos nada. Eso sí, daremos de comer a las academias de oposiciones a costa del dinero de los que desean un puesto de trabajo y puedan pagárselo. Muy injusto, muy ineficiente y muy equivocado.
Aquí les dejamos un testimonio muy común entre los opositores. La vida misma.
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