jueves, 17 de junio de 2021

Yván Pozuelo: la rebelión del 10


                           INCOMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA                           

 

En la entrada anterior mostramos que las supuestas "locuras" de este profesor de Asturias -por las que ha sido amenazado con un expediente que puede inhabilitarle durante 30 años- no eran tales. En su libro "Negreros o docentes: la rebelión del 10", editado en México por Palabra de Clío -en 2007-, Yván Pozuelo expone los principales ejes de su propuesta, y les aseguramos que no constituyen ninguna locura. El libro no es extenso, ni pesado, ni utópico, ni equivocado. Nace de la propia práctica docente, de la experiencia de un profesor que puede ser perfectamente compartida por las experiencias de tantos otros. Es un ejercicio honesto de profesionalidad que pone en tela de juicio muchos de los "axiomas" que damos por inamovibles en la enseñanza actual y, sobre todo, le da un serio revolcón a cómo entendemos la enseñanza, la evaluación de los aprendizajes y las supuestas "calificaciones objetivas" que asignamos. Les aseguramos que no tiene desperdicio y se lee con interés. En esta entrada solo resaltaremos algunos aspectos de su ensayo con el ánimo de que promuevan la reflexión, el debate y el deseo de conocer más en profundidad sus propuestas.

La "rebelión del 10" es un golpe dado en la mesa o, más bien, un toque dado en las cabezas de aquellos docentes adormilados, deprimidos, alienados, atenazados por un papel que no desean ejercer, por unos juicios -le llaman evaluación- que, con la experiencia, van constatando el poco valor "objetivo" que tienen en una enseñanza tradicional, opresiva, arbitraria y caduca. Yván Pozuelo comienza su ensayo con una cita de El Principito, lo que ya es, por sí sola, una declaración de intenciones: "Las personas mayores me aconsejaron abandonar el dibujo de serpientes boas, ya fueran abiertas o cerradas, y poner más interés en la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. De esta manera, a la edad de seis años abandoné una magnífica carrera de pintor."

A continuación, empieza a poner en cuestión la evaluación que se realiza en la educación obligatoria de un modo claro, argumentado y sistemático: "Si no nos enseñaron a enseñar, tampoco nos enseñaron a evaluar. No obstante, sin casi ningún pudor, ponemos notas, sin más. Puntuar es nuestra profesión". Y nosotros añadiríamos: y sobre ese poder de la calificación se edifica el sistema de relaciones viciado y nocivo que existe entre todos los que intervienen en el acto educativo: alumnado, familias, profesorado y administración. Hasta tal punto, que muchos se sienten desnudos, desarmados o desconcertados, si se les quita esa poderosa "arma" de sometimiento y obediencia, a sabiendas, y esto es lo peor, de lo arbitraria e injusta que es en muchas ocasiones desde los inicios de la escolarización. Todos conocemos colegas que abusan de ese poder de manera poco ética, suspendiendo a la mayoría -como dice Yván, todo docente sabe poner un examen que cualquier alumno pueda suspender- o aprobando de manera generalizada -conocemos a muchos docentes que para evitar reclamaciones futuras aprueban a todos pero, eso sí, son "listos" y lo hacen discretamente, aunque los estudiantes saben perfectamente distinguir a unos de otros. Por supuesto que los servicios de inspección jamás intervienen en estos casos y, si lo hacen, no llegan nunca a ningún puerto.

"Los profes somos recalcitrantes. Logramos en pocos años pasar de evaluar "por" competencias a evaluar "para" las competencias. Este truco de passe-passe procede de la falta de formación sobre cómo evaluar por competencias, lección ausente para su puesta en práctica". Yván pone otro dedo en la llaga que nadie quiere ver: la falta de formación del profesorado para ejercer su labor, para entender su papel y, por lo que aquí toca, para saber qué supone una evaluación por competencias y cómo desarrollarla en la práctica del aula. También en 2007, en el artículo Currículo y Competencias Básicas (CCBB), de A.I. Lledó se establecían cuatro indicadores para saber si la introducción de las CCBB en la LOE (2006) conduciría a una verdadera reforma educativa o a otra nueva reforma tipo Lampedusa -reforma todo para que todo siga igual-. Trece años después, ninguno de los cuatro indicadores se han cumplido: ni se configuró un nuevo currículo por competencias, ni existió un compromiso ético por la equidad y la inclusión, ni se acabaron con las visiones neoconservadoras y de rentabilidad económica en la educación, ni se mejoró la formación del profesorado. La evaluación-calificación siguió anclada en el mismo concepto tradicional por más que se la "adornó" con nuevos algoritmos, complejas tablas, rúbricas y retórica barata. De este modo, como también apunta Yván, no es de extrañar que lleguemos a 2021 con un sistema educativo degradado, arruinado y con un profesorado mal formado, desmotivado, ignorado, desprofesionalizado y desprestigiado social y salarialmente. 

Pero, el profesor Yván Pozuelo, en su ensayo de la "rebelión del 10" no realiza solo críticas razonadas y basadas en la realidad de las aulas sino, también, propuestas que nos orientan hacia una revisión de la política educativa y de la labor docente: un currículo menos comprensivo y más diversificado que permita adaptarse mejor a los intereses y necesidades del alumnado, reducir el tamaño de los centros educativos hasta un máximo de 450 alumnos/as, defensa de la enseñanza pública y eliminación de la concertada y de las asignaturas de religión en las escuelas o la dignificación e impulso de la formación profesional. 

El ensayo finaliza con un conjunto de propuestas prácticas para renovar las prácticas del profesorado y, especialmente, de la evaluación. Por su extensión y riqueza es imposible siquiera destacar aquí algunas de ellas, pero les aseguramos que son válidas, posibles y muy interesantes. Por otra parte, el profesor Yván Pozuelo no persigue ningún tipo de proselitismo ni acuerdos ciegos de fe, tan solo que su ensayo y su práctica docente puedan orientar la mejora de la reflexión, la innovación educativa y el control de la profesión por parte de quienes la ejercen, los y las docentes, y no por otros sectores, administradores, políticos o poderes fácticos. Y en eso estamos en este país, desde hace décadas.

Calificar es etiquetar, encasillar a las personas en estereotipos simples y por ello injustos. Y los docentes lo hacemos de manera natural desde que los niños y niñas comienzan en la escuela. Lo hacemos casi sin darnos cuenta, como si nuestros juicios, nuestras notas, fueran una verdad absoluta. Una nota que tiene el poder de discriminar a las personas y, lo peor, cercenar sus posibilidades futuras, su propia autoestima, su identidad y su proyecto vital desde temprana edad. Para que vean lo fácil y lo equivocado que es encasillar les ofrecemos este vídeo danés: hay muchas más cosas que nos unen que las categorías que estúpidamente solemos aplicar a nuestros semejantes y que tanto nos separan.

                       

Y si aún no están convencidos, abajo les dejamos esta breve entrevista al británico Richard Gerver, director durante varios años de la escuela primaria Grange, uno de los referentes mundiales en innovación educativa y autor del libro "Crear hoy la escuela del mañana". No se pierdan el inquietante final del vídeo.

                                

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