lunes, 19 de julio de 2021

Atrapados en la red de avatares


¿Qué clase de perversión es esa que produce un yo extraño a sí mismo (avatar) y le incita a conectarse a otros yoes extraños a ellos mismos?

J.C. Ruiz. Filosofía ante el desánimo. Pág. 92. Ed. Destino. 2021

 

                    INCOMPETENCIA DIGITAL                   

Las "redes" sociales no solo son redes porque establecen una malla virtual y global de comunicaciones sino, también, y eso pasa más desapercibido, porque atrapan a sus usuarios en una representación de "actuaciones" impostadas, falsas, que demandan tiránicamente una atención permanente. Ese es el negocio. Procuran una relación que se encuentra muy lejos de lo que constituye una verdadera relación de amistad o fraternidad universal porque se asienta sobre una gran mentira. Como siempre se dice, nadie es tan feo como aparece en la foto de su DNI, ni tan guapo como en la de Facebook o Tinder. Pero en la asunción de esta red de avatares (falsos yoes) está el negocio de las multinacionales que proveen estos servicios "gratuitos".

Las redes promueven una hipercomunicación sobreactuada que no se compadece con la realidad. Todo es un masivo trampantojo que aceptamos a sabiendas de su parcialidad o falsedad. Nadie es tan feliz como se "cuenta" a sí mismo en Instagram o Whatssapp o Facebook, ni tan deprimente como se muestra ante su pareja o su amigo de toda la vida. Este juego de avatares estúpidos, de caritas felices, sería enternecedor si no fuera por que, a su vez, la identidad y la autoestima de las personas comienzan a depender no del conocimiento de uno mismo y de sus relaciones estrechas sino del número de "likes" y seguidores -la mayoría desconocidos-, también sobreactuados, que esperamos obtener. Buscamos, así, reforzadores para un falso yo y para la construcción de una precaria autoestima que sólo existe en la red. En una inmensa red de malentendidos y plagada de desinformación.

Como al cerrar las redes nos volvemos a quedar solos ante nosotros mismos, tristes o felices, apenados o eufóricos, aburridos o entretenidos, pero irremediablemente solos, el impulso es escapar de la "fea" realidad y "vivir" en ellas el mayor tiempo posible hasta llegar a la neura de convertir lo virtual en real. Pero como todo placebo o droga, lo que sentimos cuando cerramos el portatil o el móvil, cuando nuestro cuarto, nuestra casa, nuestras paredes se nos vienen encima y la realidad nos aplasta definitivamente sin disponer de instrumentos para enfrentarla o transitar por ella, es una inmensa tristeza, una sensación de ausencia infinita, de abandono vital, para algunos de desesperación.

Esta ansiosa búsqueda de la "felicidad" virtual que proporcionan las "redes sociales" se convierte así -para muchos usuarios, sobre todo jóvenes- en el motor de una drogodependencia más, como la que nos brinda el alcohol o los psicofármacos, derivando, en muchos casos y de manera callada, en enfermedad mental e incapacidad social de por vida

¿Qué debe hacer la Educación de nuestros jóvenes ante este problema? Por ahora, lo único que se ha hecho es coadyuvar torpemente a la proliferación del problema en vez de afrontarlo. Los ministros y consejeros del ramo inundan de "cacharrería" informática los centros y las cabezas de los estudiantes, y firman convenios con empresas como Google o Microsoft, pero, hasta ahora, nadie se ha preocupado de cómo se deben formar estas cabezas ante el abuso de las empresas que gestionan esta enorme Red Social Gran Hermano cuyo último fin es esclavizar su atención, invadir su intimidad y falsear su identidad y autoestima. ¿Cuál es el papel de la Escuela ante esto? ¿Servir como correa de transmisión del imponderable dominio mundial de las tecnológicas o enfrentarlas? Sí, quizás deberíamos volver a releer el Quijote y contemplar con ternura su lucha contra los molinos que él y sólo él veía como gigantes. ¿No estaremos nosotros también ante gigantes que nos parecen molinos?

Ya sabemos que sólo es un ejercicio de melancolía pero, ¿no debe la Escuela entenderse como el aprendizaje de instrumentos de pensamiento que enfrenten la realidad para entenderla y mejorarla en el futuro?, ¿para contrarrestar los abusos y la alienación de los jóvenes y adultos que hoy promueven eso que llamamos redes sociales? ¿No está la Escuela para romper las redes de la ignorancia, de la mentira y de la inconsciencia para construir una realidad -de verdad, no virtual- mejor para todos? Este sí que sería un debate necesario ante una reforma educativa siempre pendiente en nuestro país. Mientras, aquí discutimos si son "galgos o podencos", pero al final, como conejos que somos, acabarán por llegar y nos comerán.

Y eso que hasta ahora no hemos dicho nada del ataque a nuestra intimidad que realizan estas redes -y estas empresas- y que nosotros, sorprendentemente facilitamos al "venderles" gratis nuestra propia vida, nuestros viajes, pensamientos y sentimientos, en la estupidez de pensar que somos los "clientes" cuando realmente somos los "productos" que se venden y compran. Pero para eso, les dejamos con esta miniconferencia de la periodista Marta Peirano, no se la pierdan. ¿No creen que nuestros jóvenes deberían ser conscientes de este problema y saber cómo enfrentarlo?


               

No hay comentarios:

Publicar un comentario