viernes, 9 de julio de 2021

Educar bien es caro, pero educar mal sale carísimo


                         INCOMPETENCIA DE RAZONAMIENTO MATEMÁTICO                     

 

Hemos empezado la entrada con una versión personal de la célebre frase del que fuera rector de la Universidad de Harvard, el Sr. Derek Bok, para defender una mejora de la financiación educativa: "si la educación le parece cara, pruebe con la ignorancia". El dicho popular de "lo barato siempre sale caro" iría en la misma línea, así como aquel de "lo que no resuelve la escuela, habrá que pagarlo después mucho más caro a nivel económico, sanitario y social". Una frase -la del Sr. Bok- que debería estar grabada en las puertas del Ministerio de Educación y de la Consejería de Educación andaluza para que los políticos que pasen a diario por debajo de ellas se la aprendan de memoria.

Cuando decimos "caro" no hablamos solo de dinero, de economía. En castellano el término caro nos remite también a algo amado o querido o dificultoso. En cuanto al dinero, España es uno de los países de la Unión Europea que menos invierte en educación. Hasta 2019, antes de la pandemia, apenas superaba el 4% del PIB, muy por debajo de países como Reino Unido, Finlandia o Suecia que invierten bastante más del 6% de sus PIB. Una baja financiación educativa que, en España, es aún más aguda en el tramo de la Educación Secundaria y de la FP. En cuanto a Andalucía, es una de las CCAA que menos invierte en educación, casi la mitad que País Vasco o Navarra, habiéndose producido -en estos cuarenta años de democracia- una preocupante divergencia entre CCAA ricas y pobres en un servicio esencial, como es el de la educación, -o la sanidad o la justicia-, que debería garantizarse por igual en todo el país. El problema se agrava porque no solo padecemos un problema de escasa inversión educativa sino, también, de una pésima gestión de los fondos que destinamos a la educación. La loca macedonia de ocurrencias, estupideces, vaivenes políticos y legislativos que sufrimos desde hace décadas ha dilapidado millones de euros tirados a la basura electoral, partidista o clientelar.

En cuanto al significado de "querido" o "amado", es evidente que no solo los políticos, también la ciudadanía española sigue sin apreciar mucho la importancia que la educación tiene para el futuro y el progreso de un país como el nuestro. Alejados ya los tiempos oscuros de la dictadura, no parece que estos cuarenta años de "esplendor" democrático hayan calado en una mayor concienciación de lo que nos jugamos todos con la educación de las nuevas generaciones. Somos de la triste opinión de que tenemos los políticos que nos merecemos y la educación que nos merecemos, porque la ciudadanía, en su conjunto, sigue ajena a su responsabilidad de exigir y asumir una mejor educación. Bien es verdad que los liderazgos políticos están también precisamente para concienciar, movilizar, aunar y canalizar las aspiraciones de los ciudadanos, pero parece claro que la selección de los políticos en España se rige por la denominada "selección negativa", esto es, la elección de los peores o los más mediocres para dirigir el país, los partidos políticos y las instituciones. Una maldición que se remonta más allá de los Reyes Católicos -con escasas excepciones- y que en la actualidad presenta un panorama desolador desde el extremo derecho al extremo izquierdo, pasando por los centros.

Lo que está ocurriendo en estos días con la actitud de muchos jóvenes -y adultos infantilizados- ante la pandemia, incapaces de controlarse si no les reprime o castiga el papá Estado, de asumir su responsabilidad como ciudadanos libres, de mirar más allá de sus propios apetitos primarios -beber, follar y divertirse estúpidamente- se puede leer como producto de todo lo anterior: una educación fallida y despreciada

Finalmente, educar bien también es caro, en su acepción de gravoso, por ser algo difícil de conseguir y mantener en el tiempo. Cuando la escuela, la educación, no cumple con dignidad su papel regenerador y ético, cuando educar se confunde con entretenimiento inútil y custodia, cuando en vez de garantizar el conocimiento y la crítica la escuela procura la autoindulgencia y la ignorancia, los resultados los pagamos bien caros. En estos días, por ejemplo, la factura incluye muertos, enfermos, parados, desesperados y ruina económica, laboral y moral. Una factura social no solo provocada por el virus, sino por la irresponsabilidad, la ignorancia y la prepotencia de muchos, políticos y ciudadanos, y cuyo importe en gastos sanitarios, policiales, judiciales y laborales, será sin duda mucho más abultado que lo que nos hubiera costado tener un buen sistema educativo desde los años 80. 

Sra. Celaá, Sr. Imbroda, ciudadanía toda, si la educación les parece cara, prueben con la estupidez. ¡Miren lo que nos va a costar ahora el tiempo perdido en ocurrencias, disputas electoralistas, cagadas legislativas y políticos mediocres! Un dineral que, -oh, justicia poética-, pagarán durante varias décadas nuestros jóvenes, sí, muchos de esos que están ahora bebiendo, follando y celebrando su propia estulticia como si no hubiera un mañana. Unos linces. Educados por nosotros.

Y hablando de jóvenes y adultos infantilizados vean el siguiente vídeo. A lo mejor el sistema educativo y las familias tienen algo que ver con todo esto. No sabemos. Quizás.

 

                

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