miércoles, 22 de septiembre de 2021

No hemos aprendido nada


La mitad del problema español está -y sigue estando- en la escuela. (...) El problema de la regeneración de España es pedagógico, más que económico. (Cita de Joaquín Costa en la obra Fidelidad a Grecia de Emilio Lledó. Pág. 104. 2020)

   

INCOMPETENCIA DE APRENDER A APRENDER

 

Hace meses hubo personas cándidas, o ilusas, optimistas quizás, que lanzaron la idea de que esta cruel pandemia nos haría mejores, y que después de tantos muertos y de tanta ruina sabríamos distinguir -por fin- entre lo importante de la vida y lo accesorio. Nada más lejos de lo que ocurre hoy ni de lo que ocurrirá mañana. Para aprender algo tan crucial en la vida de una persona, además de una catástrofe, hace falta tener y usar el cerebro. Las crisis promueven cambios de pensamiento y de comportamiento, pero sin una base formativa sólida, la mayoría solo anhelará volver al momento previo a la pandemia y olvidarse de todo lo sucedido. Una especie de mecanismo de negación social a gran escala. Esta es la condición humana de una masa mal educada, sometida al consumo, acostumbrada a la mentira y propensa al espectáculo.

No somos pesimistas, solo optimistas con datos. Y los hechos no se pueden negar por más que sigan queriendo vendernos humo, y por más que muchos quieran anhelar que alguien les diga lo que quieren ver a pesar de que la realidad diga lo contrario. Ya dijimos aquí hace unos meses que la inversión histórica en educación -sobre todo aumento de las plantillas- a que había obligado la pandemia pronto volvería a sus paupérrimos niveles por debajo de la media europea. Y en esas estamos. Con la colaboración de todos -familias, políticos, sindicatos, profesorado...- , las CCAA comienzan ya este curso a reducir efectivos y ahorrar dinero en Educación. Nada de aprovechar la mejora de la ratio para promover una organización más flexible y sostenida de las aulas -grupos de apoyo, grupos flexibles, grupos de desdoble, apoyo dentro de aula...- y conseguir, de una vez por todas, que la atención a la diversidad en nuestras escuelas e institutos sea digna y eficiente. Nada de aprovechar la organización más flexible obligada por la pandemia para ir más allá del grupo clase en la rígida -casi militar- estructuración del alumnado. Nada de usar racionalmente los instrumentos tecnológicos y digitales para que estén al servicio del pensamiento crítico.

Nada. Volveremos a ser lo que fuimos, como incomprensiblemente proclama nuestro himno andaluz. Pero, ¿qué fuimos? ¿Es que existió alguna vez esa Andalucía feliz, especie de edén que perdimos en las brumas del pasado? Despertemos. Solo nos queda mirar hacia delante porque el siglo XX demostró cómo en España la Educación, así, con mayúsculas, fue tan solo flor de un día -quizás, los breves años del inicio de la II República. Después todo se volvió a torcer para que el odio germinara en asesinatos y locura criminal. A eso siguió el desierto cultural y de las libertades. La Transición dio esperanzas que pronto se frustraron y así seguimos, mirando para atrás, ensimismados. Mientras, la educación va camino en este siglo XXI de seguir empobreciéndose. Siglo XXI, tiempo de mercachifles, banderas, corruptos e ignorantes. Esto es lo que somos ahora. Tenemos que reconocerlo para, a partir de aquí, engendrar la esperanza -que no el optimismo buenista- de alumbrar un tiempo nuevo, una nueva Educación. Tenemos tarea. Vean el vídeo que les proponemos.


                   

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