"Despedirme del mundo, con la dicha que suspende los ojos del amante, fuera gracia mayor que haber nacido".
(Por un incumplimiento del presagio. Francisco Brines. Antología poética. Ed. Alianza, 2020)
INCOMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA
Es evidente, si han leído las entradas de este mes, que defendemos que debe hablarse con los niños y jóvenes acerca de la muerte, la muerte de los seres vivos, y su propia muerte. Y que, lejos de provocarles miedo o inseguridad, puede hacerse de manera honesta y positiva. Es conveniente saber que, ya desde los 2 y 3 años, los niños y niñas se preguntan acerca de la muerte con bastante naturalidad. Eso sí, lo que suelen ser menos naturales son las respuestas que reciben de los adultos o sus azorados silencios.
Ahora bien, ¿cómo deberíamos afrontar esta conversación con nuestros hijos, o con nuestros alumnos? Ahí está la clave. Aparte de las creencias -religiosas o no- de cada familia, es necesario aconsejar la intervención de los adultos desde un punto de vista psicopedagógico, con el fin de establecer, sin mentiras ni cataplasmas ni mitologías, una conversación adaptada a sus edades y a sus interrogantes.
En primer lugar, lo más fácil será partir de sus propias preguntas acerca de la muerte de los seres vivos y de su propia muerte, y que sean ellos mismos quienes orienten la conversación, guiando al adulto en sus posibles respuestas: escuchar sus explicaciones, sus miedos -si los tienen-, su posición personal ante un hecho incontrovertible del ciclo vital, sus dudas y su curiosidad. Es evidente que dichas preguntas estarán relacionadas con su edad y su experiencia vital, de ahí que antes de conversar debamos saber cuáles son sus características psicoevolutivas y el contexto socio-familiar.
En segundo lugar debe responderse siempre con sinceridad, incluso para contestar, a veces, que no lo sabemos todo. Si bien las familias pueden responder según sus propias creencias, no siempre las explicaciones sobre la existencia del más allá, del cielo que sea, son las más acertadas para despejar sus dudas o temores de acuerdo con su edad. En cualquier caso, en el ámbito escolar, máxime si hablamos de la educación pública, debe facilitarse una información, incluso sobre distintas creencias, lo más objetiva y honesta posible.
En tercer lugar, debemos tener en cuenta que, en la actualidad, cualquier niño o adolescente ha sido testigo de un número amplio de "muertes" simuladas, tanto en cine, como en cuentos, juegos virtuales o internet, por tanto, su visión sobre la muerte puede estar deformada por esta sobreexposición continuada, y en ocasiones, obscena, de la muerte, muchas veces acompañada de dosis intolerables de violencia. Por tanto, debemos estar preparados para separar lo imaginario de lo real, animando a una reflexión sobre este hecho cuanto más edad y expuesto se halle el joven. En este sentido, quizás la conversación -o la clase- gire más sobre la eliminación de concepciones erróneas presentes en los niños, o en evitar deformaciones de la realidad, que en añadir más información al respecto.
No hay mucho material didáctico interesante y disponible para esta tarea, pero algo hay. Por ejemplo, el elaborado por Pilar Feijoo y Ana Belén Pardo, publicado en la revista Tarbiya de la UAM, en 2017, titulado "Muerte y Educación", es más que recomendable. En cualquier caso, no se trata de sermonear, ni de vender humo, sino de trabajar en la práctica con materiales, concepciones y actividades que respondan a sus preguntas y amplíen, a su vez, su perspectiva personal con nueva información y nuevas preguntas.
Todos vamos a morir. La mayoría no sabemos ni cuándo. ¿Deberíamos engañar a nuestros hijos y alumnos y no contarles esta innegable verdad. ¿Deberíamos soslayarla y dejarla en el limbo del conocimiento, no sea que los deprimamos, les causemos una tristeza infinita o se suiciden antes de lo previsto? ¿Hablar de la muerte convoca la tragedia humana o, por el contrario, ensalza y dignifica la vida?
Vivir hasta morir, ahí les dejamos una preciosa, emotiva y esperanzadora charla TED de Matías Najún, médico especialista en cuidados paliativos, que alumbra y acompaña los últimos momentos de sus pacientes. No se la pierdan.
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