jueves, 11 de noviembre de 2021

La muerte en la Escuela: un silencio estruendoso

"¡Ay, que larga es esta vida! ¡Qué duros estos destierros, esta cárcel, estos hierros en que el alma está metida! Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero, que muero porque no muero".

Vivo sin vivir en mí. Santa Teresa de Jesús (1515-1582)

 

"Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida".

(Cancionero y romancero de ausencias. Miguel Hernández. Obra Poética Completa. Ed. Zero, 1976)

 

                     INCOMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA                    

No, no se trata de hablar de los asesinatos habituales cometidos por majaras armados en los centros educativos de EEUU, ni siquiera de la "muerte a pellizcos" que supone para muchos docentes "aguantar" -que no enseñar- en algunas aulas y a determinados jóvenes, por ejemplo, un viernes a última hora. No, se trata de algo más serio: se trata de explicarnos una desaparición. Sí, una desaparición, la de la Muerte en el currículo escolar. Es curioso que el hecho quizás más irrefutable de la existencia humana, -y, en general, de toda existencia vital- esto es, que todos, absolutamente todos los seres vivos de este mundo van a morir sin remedio en un horizonte temporal, indefinido para cada cual, pero generacionalmente limitado en nuestra especie a los 80-100 años como máximo, esta certeza inamovible, la más clara de nuestra existencia, esté, prácticamente, desaparecida en la Escuela. ¿No creemos necesario eso de "Educar para bien morir", ni tan siquiera "educar para afrontar la dolorosa o inesperada muerte de otros, ya sean animales domésticos, compañeros o familiares? Pues parece que no.

Y es que, con la Muerte en la Escuela, pasa algo así como con el Sexo y el Amor, cada uno se tiene que "buscar la vida" como puede. O bien, en un pase de magia magistral, se le suele endosar el marrón a las familias. Y estas, a su vez, suelen mirar para otro lado, balbucear cualquier tontería o callarse mientras pueden. En esta sociedad mojigata en la que vivimos, los temas humanos más trascendentales se declaran materia propia de autodidactas o se dejan en manos de iletrados sin título ni conocimientos: amigos, padres, familiares, redes sociales... Porque, en los centros educativos, los docentes han aprendido que "escurrir el bulto" en estos temas es garantía de supervivencia profesional y evitación de conflictos. Por eso, cuando surge una necesidad educativa y social de este naturaleza tan resbaladiza, se le suele asignar a los tutores u orientadores. Como si el resto del profesorado no tuviera nada que ver con el asunto. ¡Qué jeta tiene el personal! Así está el patio. Tuya-mía y la casa sin barrer.

Esto explica que existan muy pocas referencias explícitas en el currículo escolar y, aún menos, propuestas didácticas serias para afrontar pedagógicamente la Muerte en la Escuela. Y constituyen un porcentaje testimonial los docentes que las llevan a la práctica (menos del 10%). Pero, si les preguntamos a los interesados, a las familias, a la sociedad en su conjunto, sobre la necesidad de abordar de manera clara y serena estos temas en el currículo escolar, desde la educación infantil hasta la secundaria, seguro que pedirían que alguien les echara una mano. Eso sí, en estos temas, y también con respecto a la Muerte, topamos con las creencias religiosas y los estereotipos sociales. Pero no se trata de invadir campos ajenos o privados, sino de saber que la Educación -y sobre todo la educación pública- debe abordar con criterios psicopedagógicos la pérdida de cualquier vida, sea animal o humana, para ayudar al alumnado de cualquier edad a entenderla -lo que no es fácil- y a afrontarla sin miedo, a saber consolar y acompañar a los afligidos, a realizar el duelo necesario. Un abordaje psicopedagógico que dependerá, qué duda cabe, de la edad del niño o del adolescente, pero que debería ser insoslayable y complementario al que la familia tiene el deber/derecho de hacer con respecto a sus hijos.

¿Que es un asunto espinoso? Pues claro. ¿Y cuál de los grandes temas humanos no es espinoso? ¿Que requiere diálogo y acuerdo? Pues claro. ¿Y cuál no lo requiere? La Guerra, la Violencia, la Virtud, la Bondad, el Dolor, la Pobreza, la Salud, la Belleza, el Amor, la Maldad.. Si la Escuela elude su responsabilidad en estos temas, ¿de qué nos sirve? ¿De qué nos sirve un científico que "cosifica" la muerte de sus semejantes, o de los seres vivos? ¿Qué hacemos con un chaval que no distingue matar en un juego virtual de matar en la vida real? ¿Qué hacemos con el suicidio infantil y adolescente? ¿Qué hacemos con la eutanasia?

Ni siquiera la cruel mortalidad de la pandemia que aún padecemos ha motivado una revisión seria del currículo escolar en el tema de la Muerte, a pesar de la cantidad de pérdidas de seres queridos que han sufrido muchos alumnos, del desconsuelo de tantos, de la tristeza infinita esparcida por las familias, del miedo que nos sigue atenazando. Ni siquiera el aumento de depresiones y suicidios en niños y adolescentes ha encendido las alarmas de los responsables educativos en todos los niveles. ¿Hasta cuándo seguiremos mirando para otro lado? En este mes de noviembre, un mes muy apropiado para reflexionar sobre la Muerte que nos rodea -y la que nos espera-, deberíamos hacer una parada para pensar que la negación o la huida son dos mecanismos muy pobres para afrontar cualquier problema vital. Se trata de abrir los ojos. Al menos, como decía M. Yourcenar en las Memorias de Adriano, se trata de entrar en la muerte con los ojos abiertos, a una buena muerte. No en vano, el emperador Adriano era un enamorado de la cultura helena, una cultura que, al contrario de la occidental que siempre ha considerado la Muerte como un tabú, la integraba como algo natural y cíclico de la existencia: el alma inmortal.

Por otra parte, la riqueza cultural -literaria, filosófica, ritual,  histórica- ante la Muerte es enorme, ya que todas las sociedades humanas han tratado de responder durante siglos a las mismas preguntas esenciales. La Escuela, pues, en distintos niveles de aproximación, puede y debe darlas a conocer, como una forma de "abrir los ojos" ante lo que intentamos rechazar o negar. No se trata, pues, de ponernos tétricos en este noviembre preapocalíptico, sino de enfrentar la Vida y la Muerte sin miedos, con valentía, audacia y conocimiento. 

Les dejamos con una breve charla de Montse Esquerda donde aborda cómo hablar de la muerte nos ayuda a vivir mejor: valorar el presente, el consuelo, el acompañamiento en el duelo, la escucha ante el dolor y la pena, cómo romper el círculo de la soledad, cómo afrontar el miedo, cómo tener esperanza...


                      

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