sábado, 1 de octubre de 2022

¡Tenemos la solución al fracaso escolar!

 

                INCOMPETENCIA DE APRENDER A APRENDER                

Visto lo visto, queremos dejar de ir a contracorriente. A partir de ahora vamos a remar en la misma dirección que nuestros políticos educativos. Así que para ser positivos hemos de anunciarles que ¡ya tenemos la solución al fracaso escolar de décadas que nos asuela en Andalucía! Si señor, lo hemos resuelto. Hemos resuelto lo que los políticos no se atreven a decir pero que todos piensan para sus adentros o charlan en sus reuniones de asesores-aduladores. La clave estaba en el currículo. Era evidente. El que tenemos está obsoleto, es un remedo de las viejas enciclopedias Álvarez de antaño, de aquellos días cuando hacía frío, pero no por el cambio climático, sino porque en las casas no había calefacción, tan sólo un brasero donde se reunía toda la familia, donde se ponía la ropa a secar y los gatos se refugiaban hasta chamuscarse la cola. ¡Mamá el gato se está quemando! ¡Zape, minino, vete de ahí, tonto!

Ahora, en pleno s. XXI, hemos dicho adiós a los viejos cuadernos de rayas, a las colecciones de cromos, a los álbumes de las maravillas del mundo o a los libros de imágenes de las tribus africanas. ¡Ya está! Ya no molan los picatostes con chocolate que nos hacían de pequeños, o las tostadas con tulipán; ahora tenemos las pantallas y los móviles acompañados de chucherías industriales de colorines. Somos modernos. Somos más felices. Y por eso, el currículo, para ser efectivos, para acabar con la ignorancia, el fracaso y el aburrimiento en la escuela, debe estar compuesto sólo por MATEMÁTICAS, LENGUA Y LENGUAS EXTRANJERAS. ¡Pues claro! Fácil. 10 horas semanales para cada asignatura, 30 horas en total, y listo. El resto de materias no sirven más que para entretener. Eso lo sabe todo el mundo. Y la escuela no está para eso. Está para aprender. Para entretenerse ya están las actividades extraescolares, los talleres, las academias y los gimnasios. La escuela debe volver a ser el sagrado recinto de las áreas instrumentales, sobre las que pivota el saber del mundo. La catedral del conocimiento.

Sólo así acabaremos con el fracaso académico, con el abandono escolar temprano, con la falta de atención y con el aburrimiento del personal. Políticos de derechas, de izquierda y de centro nos lo repiten una u otra vez. Reciclemos a todo el profesorado para reducirlo a las tres especialidades básicas, cambiemos la formación universitaria docente, sólo matemáticos y filólogos en las escuelas e institutos. ¡Qué más necesitamos! El futuro se abre prometedor ante nosotros. Las escuelas se simplificarán, su organización será más fácil, su evaluación también. Los resultados mejorarán de forma escandalosa. Nos reiremos de Finlandia. Nos reiremos de las pruebas PISA. Nos reiremos de Freinet, de Montessori, de Vigotsky, de Piaget, de Makarenko, de Freire y de Bruner, ¡menuda panda de cantamañanas!

Esa es la única solución y la tenemos ante nosotros. Hemos de ser valientes y acometer las reformas necesarias. La ciudadanía lo reconocerá más pronto que tarde. No habrá que invertir más dinero, todo será más barato, más simple, más duradero. Tres asignaturas, tres especialidades docentes y nada más: ¡la belleza de lo simple! La navaja de Ockham de la educación la teníamos delante de nuestras narices.

Bueno, para no engañarles, quizás sólo algunos, pocos, los de siempre, los más recalcitrantes, ya saben, los resentidos, dirán que eso es un disparate, que eso no es educar y que ese mundo, que esa escuela, no merecen ser vividos. Pero ya conocemos que el camino de la luz está plagado de obstáculos y de traidores que habrá que retirar cuanto antes. ¡Viva el currículo instrumental! ¡Viva!

Eso sí, imagen enviada por un resentido: el mundo tras diez años de currículo instrumental a 30 horas por semana: un infierno sin sentido.



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