INCOMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA
Pocos saben que una de las pioneras de la Educación para la Paz fue la insigne María Montessori. Esta pedagoga, psicóloga, médica y psiquiatra italiana -creadora del conocido Método Montessori de enseñanza- pronunció en 1932 (¡) un discurso en la Oficina Internacional de Educación de Ginebra en el que analizaba, desde la psicología, el fenómeno de la guerra y la necesidad de iniciar una investigación -una ciencia- de la paz. Montessori se lamentaba de los grandes avances de las llamadas "ciencias de la guerra" (estrategias, armamentos, tácticas...) y la inexplicable falta de interés y de esfuerzos por crear un conjunto de saberes orientados a explicar, desarrollar y sostener una "ciencia de la paz". Discurso pronunciado en plena ebullición de lo que pocos años después sería la eclosión de la locura y la violencia desatadas, primero en lo que supuso la Guerra Civil española como antesala y, a continuación, el escenario y representación total del drama humano que supuso la II Guerra Mundial.
Repudiada ya entonces por el fascismo alemán y el de su propio país, Montessori consideraba que el auge de los totalitarismos de todo signo, así como del colonialismo, no eran más que el reflejo de ese adulto cruel, sin ningún tipo de escrúpulos ni capacidad crítica, que imponía sobre el niño la ley del más fuerte. Una concepción que desarrollaba extensamente en ese dicurso que les enlazamos más arriba y que le valió ser candidata al premio Nobel de la Paz en los años 1949 y 1950, sin que la Academia Sueca se dignara a tener en cuenta sus aportaciones, a pesar de la constatación de la ruina humana y económica que habían dejado las guerras mundiales en el s. XX.
Una ciencia de la paz que, a pesar de tener desde 2001 el consabido e inútil Día Internacional establecido por la UNESCO (cada 10 de noviembre), aún se encuentra en sus inicios. Sostenía Montessori, hace ya casi 100 años, que la supervivencia de nuestra civilización dependería de la emergencia de ese cuerpo científico sobre la paz y que, por tanto, debería ser considerada como una de las principales materias de estudio y enseñanza, si no la que más. Un conjunto de saberes y no un conjunto de sermones. Una paz que ella negaba tajantemente que pudiera ser considerada como la mera ausencia de guerra, porque ese concepto negativo de la paz constituía, en sí mismo, la justificación y el triunfo de toda guerra. Precisamente, ese concepto de paz negativa era el que impulsaba a muchos seres humanos a combatir hasta la muerte, ya que era entendida como la consecuencia de la esclavitud, la sumisión, la negación o el exterminio de un pueblo a manos de otro.
Casi un siglo después, lo que está sucediendo ante nuestras narices con la invasión rusa de Ucrania, una guerra de conquista más propia de principios del s. XX que del XXI, es una muestra palmaria del fracaso de generaciones -incluida la nuestra- incapaces de promover y conocer los procesos internos e indirectos que explican -desde la psicología, la sociología, la economía, la moral, la política, etc.- qué es un proceso de paz y cómo erradicar los conflictos armados que, en una temible escalada que ella no pudo prever entonces, ahora sí que pueden acabar con la civilización y la humanidad en pocos minutos gracias a los avances espectaculares de la ciencia de la guerra frente a los inexistentes logros de una ciencia de la paz.
Como afirmaba el emperador Adriano es sus Memorias, recreadas por la escritora Marguerite Yourcenar, tener razón demasiado pronto es lo mismo que equivocarse. Quizás le pasara esto a María Montessori o, por hablar de alguien más próximo a nosotros, al periodista y escritor andaluz Manuel Chaves Nogales. Ambos vivieron tiempos convulsos pero supieron mantener la visión serena y no sesgada, adelantada a su tiempo diríamos, ante la realidad que tenían delante y que nadie más supo o quiso ver. Ojalá no sea demasiado tarde para corregir nuestros errores históricos y científicos, así como los educativos, y no tener que lamentar más desgracias y masacres en este siglo XXI que, si nadie lo remedia, va camino de ser la distopía más negra que podamos imaginar. En comparación, la imaginada por Orwell en su obra 1984 va camino de parecer una película de Disney.
Para terminar, les dejamos unas valiosas reflexiones que nos dejó Eduardo Galeano hace cinco años sobre la guerra. Cien años después de Montessori sabemos cuál sigue siendo el problema, pero no queremos saber nada de su solución. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta nuestro total exterminio?
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